Mi hija menor a quien todos llamamos Charito, su nombre real es Rocío del Pilar, en la forma corta solamente le dicen Rocío.
Cuando estudiaba la Secundaria, todos los días para ir al colegio CENE de la Cruz pasaba por el restaurante Norkys, donde está desde temprano un vigilante. El vigilante cada que pasaba le decía: Rocío vas a llegar tarde al colegio, Vamos Rocío, Camina Rocío, Apúrate Rocío.
Todos los días era la misma historia. Nos contó lo que ocurría pero decía que no sabía cómo se había enterado que se llama Rocío. No le molestaba, solamente le intrigaba, porque jamás le faltó el respeto el vigilante. Solamente la animaba llamándole por su nombre.
Comenté esto en el Almuerzo Familiar de los Sábados y su hermana Claudia, moviendo la cabeza me dijo:
- Ay papá, en su enorme maleta del colegio que lleva al hombro está escrito su nombre en todos los tamaños y en todos los colores. Solamente un ciego podría no darse cuenta.
En verdad, su maleta cuadrada era enorme, de color negro, y el nombre ROCÍO estaba escrito infinidad de veces. El vigilante solamente leía su nombre sin tener que averiguarlo.
Ella siempre con su paso apresurado caminaba rumbo al colegio y ya sabía que el vigilante la saludaba con su acostumbrada retahíla.
Si conocen a mi hija sabrán que tiene el rostro más serio que se puedan imaginar, con la mirada siempre al frente como un militar en el frente de batalla.
Creo que lo aprendió de mí porque siempre parecía tener el rostro adusto, tanto que una vez vino con sus compañeras a la casa y una de ellas le preguntó, bajito:
- Rocío ¿está molesto tu papá?
- No. Es solo su rostro pero es buena gente y nunca se molesta.
Pero ella me lo dijo por lo cual me propuse cambiar para no dar una mala impresión a las amigas de mis hijas y aparecer como amargado, que no lo fui.