Cuando nació mi pequeña hija Rocío del Pilar ocurrió que las mayores (9 años) protestaron.
- ¿Por qué? ¿Cómo la vamos a llamar?
- Charito.
Este episodio de nuestra vida lo cuento en mi libro Nuestro amor.
Todos saben que a las personas que se llaman Rocío no les dicen Charito sino Rocío o Chío. Pero en la casa todos la llamamos Charito, al igual que todas nuestras amistades.
Pero Charito dejó bien claro que en todas partes le dicen Rocío o Chío y solamente en nuestro medio le decimos de esta manera.
Cuando fue a un Retiro Espiritual de la Parroquia Santa María Magdalena, en su etapa de Catequista, la costumbre es que los familiares le enviemos cartas que resalten el amor y ayuden a avivar su fe.
Pero en esta oportunidad quisieron aprovechar la tecnología y decidieron enviarles mensajes en video que sería visto por todas las asistentes.
Para este fin nos convocaron a los padres para decirles en vivo y en directo nuestro mensaje de amor.
Antes del Retiro Charito nos había machacado que Charito es solamente en nuestra casa y para todos los demás es Rocío. Nunca me gustó decirle Chío ni lo diré jamás. De esta manera, mientras acudíamos a la Parroquia, conversamos los esposos e hicimos hincapié en que no le diríamos Charito sino solamente Rocío, aunque en la casa jamás le dijimos Rocío.
Como todas las asistentes al Retiro sabían que les llegarían los mensajes en video grabados, le resaltaban a nuestra hija:
- Ahora tus padres te van a decir Charito.
Tal y como habíamos acordado, al comenzar nuestro mensaje personal ambos dijimos como se lo habíamos prometido:
- Amada hijita Rocío…
Al regreso nos reclamó: todas me decían que ustedes me dirían Charito y ustedes dijeron Rocío. Me hicieron quedar mal.
Tú nos dijiste que no te dijéramos Charito sino Rocío, cómo todos te lo dicen. Lo único que hicimos fue darte gusto y cumplir tus deseos. No nos reclames por haberte hecho caso aún en contra de nuestra manera de ser.