43 FELIPILLO SANTO

            Vivíamos en la calle Ricardo Palma, primera cuadra, en Iquitos. Mis hermanos menores Mary Wilma, Enrique y Pedro Ángel, asistían a la Catequesis en la Iglesia Matriz los domingos por la tarde.

            Para Navidad les dieron regalos por su asistencia, a Wilma le dieron una carterita de niña (un bolso para colgar en el hombro), a Enrique le dieron un libro infantil de tapa dura, Vacaciones en Dinamarca  y a Pedro le regalaron un libro infantil ilustrado Felipillo Santo.

            Todos encantados con sus regalos pero quien más disfrutó la lectura fui yo. Aún recuerdo sus nombres y siempre  me motivó la historia del santo.

            Ahora en el ocaso de mi vida vuelvo a tomar esta parte de mi vida para desentrañar los misterios sobre la vida de Felipillo.

            Felipe de las Casas y Martín nació en Ciudad de México en 1572, al poco tiempo que sus padres llegaran a vivir viniendo de Sevilla, España.

            Su padre, Alonso de las Casas, había traído una higuera de Tierra Santa pues no existía en América, pero con el tiempo se secó.

            Felipe de las Casas fue siempre un chico travieso y paraba haciendo siempre “diabluras”. Cada que la mamá se enteraba, en vez de castigarlo rogaba al Señor “Quiera Dios que te haga santo”.

            La nana, una negra esclava, dudando de esa posibilidad, decía para sus adentros “¿Felipillo Santo? El día que la higuera florezca” o “Cuando la higuera florezca sabré que Felipillo es santo”.

            En realidad  no podía creer que ese  niño tan inquieto pudiera llegar a ser santo, en su opinión los santos desde chiquitos ya son formalitos y obedientes, un poco más y se verían aureolas sobre su cabeza.

            Pero al crecer se  hizo religioso con el nombre de Felipe de Jesús y su sueño era ir a catequizar al Imperio del Sol Naciente.

            Estando en Manila, Filipinas, fue llamado por su padre para que vuelva a México para profesar y ordenarse, pero una tormenta destrozó el barco y lo desvió a Japón. Sin ningún dispositivo apto para la navegación el barco se dirigió y se acoderó en Japón sin ningún contratiempo. Este viaje también fue considerado como milagroso y los religiosos no cesaban de dar gracias.

            Luego de predicar poco tiempo fueron perseguidos y apresados por los militares japoneses. Todos los religiosos  profesos debían morir.

            Felipe de Jesús pudo librarse de este suplicio porque aún no había recibido la Orden Sacerdotal y como cualquier otro turista hubiera podido continuar su viaje, pero él prefirió compartir la suerte de los demás religiosos.

            Los 26 religiosos fueron ejecutados en la colina de Nagasaki en una cruz y el primero en fallecer fue Felipe pues cuando vieron que se ahogaba por la argolla en su cuello, lo atravesaron con dos lanzas. Murió mártir el 05 de febrero de 1597, mientras agonizaba solo pudo repetir “Jesús, Jesús, Jesús”.

            “Entre tanto Dios glorificaba a sus mártires con ruidosos prodigios. Los cuerpos de los mártires difundían un delicioso perfume. Durante dos meses duraron colgados de las cruces sin dar signos de putrefacción. Las aves de rapiña que solían alimentarse de los cuerpos de los condenados en aquel lugar, dieron muchas vueltas alrededor de los cuerpos de los mártires sin tocarlos».

            Cuando llegaron las noticias a Ciudad de México fue un día de luto en su casa y la nana fue al jardín a llorar su dolor cuando vio la higuera seca reverdecida y floreciente. Sin poder contenerse gritó a voz en cuello “Felipillo Santo”, “Felipillo Santo”, y les mostraba la higuera floreciendo, señal de la santidad de Felipe.

            Se cortaron ramas de esa higuera para difundirla por toda la ciudad pues se la consideraba bendecida.

            Fue beatificado, junto con sus compañeros, el 14 de setiembre de 1627 y canonizado el 08 de junio de 1862, convirtiéndose en el primer santo mexicano.

            Su día se celebra el 05 de febrero y se dice que sus atributos son las lanzas y el higo. Es considerado en la Iglesia Católica Mexicana como Patrono de la ciudad de México y de su arzobispado.

            Jamás he podido olvidar esta lectura que me impactó desde el primer momento, “Felipillo Santo” fue el libro más inspirador que he tenido en mis manos.

San Felipe de Jesús
La higuera que floreció

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