Cuando salí del Ejército me quedé a vivir en Lima, tratando de conseguir un trabajo que me permitiera ahorrar lo suficiente para ingresar a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).
Luego de buscar por todos lados y de presentarme con mis documentos a cuánto empleo aparecía en el diario El Comercio me di de bruces con la realidad.
Cuando llegué a Lima en 1962 vine con algunas cartas de recomendación que me entregó la Señora Aurora Valdivia de Velorio, hija de doña Juana Venegas de Herbozo, Directora y dueña de la Escuela Práctica, quien es madrina de mi hermana Mary Wilma.
Pero en todas partes me preguntaban si ya había hecho el servicio militar, y, ante mi respuesta negativa, me decían que era un requisito indispensable, sin el cual no podría trabajar.
Por ello ingresé como Voluntario al Ejército donde estuve un año porque de acuerdo con la ley de aquel entonces, quienes tienen Quinto Año de Secundaria solamente deben servir un año. Estuve tres meses en el Centro de Reclutas (II CIR) en Chorrillos y nueve meses en el cuartel 2 de Artillería (GAC2) en Pueblo Libre, de donde egresé con el grado de Sargento Segundo.
Ahora la negativa para darme un empleo se refería a la falta de una profesión, y sobre todo, a la falta de experiencia.
Eché mano a mi diploma de Instalaciones Sanitarias (Gasfitero) que obtuve en el Centro de Entrenamiento Industrial del Ejército, donde estuve los tres últimos meses de mi estadía en el cuartel, en Chorrillos.
Con este diploma sí conseguí empleo de inmediato en un taller en Miraflores, en la avenida Enrique Palacios cuadra 8. El dueño era el “Chino” Ledesma, primo hermano del dirigente comunista, abogado, escritor y diputado Genaro Ledesma Izquieta. Éramos tres obreros y nos repartíamos las diferentes tareas, básicamente atender llamadas para solucionar averías en los caños, atoros, cambio de desagües de plomo de los lavaderos, en fin todo lo concerniente a instalaciones sanitarias.
Luego de la jornada de la tarde, antes de emprender el regreso a mi casa en Ciudad de Dios, buscaba donde comer mi cena frugal porque intentaba ahorrar dinero que me permitiera vivir en Lima. Encontré un lugar donde vendían pan con relleno y café: el pan con relleno, un sol, y el café cincuenta centavos. Es decir que con un sol cincuenta tenía solucionado mi alimentación vespertina.
Al comienzo comía de pie junto a la venta, pero después sacaron una silla para ponerme más cómodo. Cómo iba todos los días, de lunes a viernes, un día me invitaron a tomar mis alimentos en el interior de la casa, en la sala comedor. Era pues, aparentemente, una consideración a un buen cliente.
No tardó en ingresar el socio del “Chino” Ledesma, un señor Técnico electricista que era quien se encargaba de reparar los artefactos eléctricos tales como licuadoras, lustradoras, aspiradoras, etc. Lo habían llamado por algún problema relacionado con la electricidad. Me miró sorprendido, saludó y se fue a atender la falla.
Al día siguiente, enviaron a los otros dos obreros a atender las llamadas y entre los dos me “agarraron”:
- ¿Qué hacías en esa casa?
- Estaba comiendo mi cena.
- ¿Son familiares tuyos?
- No.
- ¿Son conocidos tuyos?
- No.
Les conté cómo fue el desarrollo de nuestra relación, cena barata, al principio de pie, luego en una silla y finalmente pasar al interior de la casa.
- Mi cena cuesta un sol cincuenta, solamente por eso voy todas las noches a cenar allí. No les conozco de nada y no sé quiénes son. ¿Por qué?
- El hombre estuvo en la cárcel por robo.
Ahí comprendí el motivo de su preocupación. Un taller de instalaciones sanitarias y electricidad bien montado cómo el de ellos, tiene aparatos y herramientas costosísimas; es por eso que era el taller con más trabajo y atendíamos llamadas de todo Miraflores, Santa Cruz y hasta San Isidro, y también por eso mismo éramos tres los obreros. En aquel tiempo todas las piezas de gasfitería era de metal, aun no existían las tuberías de plástico que han facilitado tan tremendamente la tarea que ahora cualquier persona “curiosa” puede solucionar sus problemas. Entre las piezas más costosas estaba los juegos de tarrajas, para hacer rosca exterior a la tubería de fierro galvanizado y los machos de roscar para hacer rosca interior y para recorrer las tuercas.
El último gran avance lo constituyó la adquisición de un equipo de soldadura autógena: soplete de soldar, soplete de cortar, balón de oxígeno industrial y un reactor para producir el gas acetileno a partir de la piedra carburo agregándole simplemente agua. Nunca más se tuvo que mandar a soldar las piezas metálicas.
Los dueños me aconsejaron que buscara alimentarme en otro sitio y, considerando todo lo manifestado, tenían razón y les hice caso. Encontré otros lugares para cenar pero nunca más tuve cenas de un sol cincuenta.
