Tenía 14 años y aún no andaba con el tema de las enamoradas y nunca bailaba porque era músico profesional en la ciudad de Iquitos.
Andaba todo el tiempo con dos amigos, compañeros del colegio, con aficiones similares: pasión por la aventura y el cine. Néstor Nájar Llerena y Pasión Alegría Vásquez.
Íbamos a bañarnos en todos los lugares a propósito: Moronilla, Morona, Santa María, Paíno, Pucayacu, Pampa Chica, Nanay, Itaya (bajando por “El Hueco”, frente al Hospital Santa Rosa.
Cruzábamos a nado el río Itaya, también, una vez, cruzamos en canoa el río Amazonas, remando los tres. La experiencia no fue nada agradable, por lo cual nunca lo repetimos. Nuestras vacaciones y fines de semana nos dedicábamos a estas cosas.
Me causó entonces mucha extrañeza cuando al medio día regresé a mi casa en la cuarta cuadra de la calle Tacna y sentí un ambiente pesado. Todas las muchachas del barrio me miraban, como si esperaban alguna reacción de mi parte.
Al llegar a mi casa, mi hermana Mary Wilma, 4 años menor que yo, me anunció que había llegado “una carta de amor” para mí. “Tienes una cita a las 6 de la tarde del día de hoy en la puerta del cine Bolognesi”.
La miré sorprendido y miré a las chicas del barrio, todas estaban en la puerta de sus casas, atentas a los acontecimientos.
Hice como si no hubiera escuchado e ingresé a mi casa. Mi hermana insistió: allí está la carta. Ni siquiera lo miré. Pasé al interior y me eché en mi cama a descansar. Estaba regresando de la Biblioteca Municipal ubicada en el Palacio municipal en la Plaza de Armas y había sido una mañana fructífera por lo cual estaba satisfecho.
A las seis de la tarde pasaron Néstor y Pasión y salí con ellos rumbo al cine Excelsior, como habíamos quedado.
Nunca supe qué había sido de la carta ni quien lo había enviado, pero una cosa era cierta: todo el barrio lo había leído.
Pero durante la cena le dije a mi mamá que si alguna vez llegara alguna carta para mí, me gustaría que la carta permaneciera cerrada y que nadie se enterara de su contenido por que las cartas son documentos privados y nadie tiene por qué tomarlas. Es el respeto que merecemos las personas.
Fue al año siguiente cuando gané el concurso de inglés que hizo el profesor “Borolas” y recibí un ticket de la International Youth Service con un nombre y una dirección. La intención de la IYS era unir a las personas de todas las partes del mundo, cada uno con su propio idioma para escribirnos cartas en inglés, como una manera de facilitarnos su aprendizaje, además de conocernos cercanamente. Me tocó Josepha Polfliet de Antwerp, Belgium y mantuvimos una correspondencia fluida en inglés hasta que ingresé al Ejército y ya no pude continuar.
Pero nunca más nadie abrió ninguna de mis cartas.
Mauricio Casado Gómez contó en esa época en el colegio que si en su casa le entregan una carta abierta, allí, delante de la persona lo rompe y lo bota a la basura sin mirar de quién es. Así se evitaron hurgar en su correspondencia.
Es que la correspondencia es personal y nadie debe interesarse en su contenido y menos averiguarlo.
En mi caso me hice el desentendido, ni miré a donde me señalaba mi hermana y no me ocupé jamás del documento. Eso bastó para que en lo sucesivo se guardara el debido respeto por mi correspondencia.