Nada es más triste y doloroso que tener que enterrar a tu hijo. La ley de la naturaleza dice que los hijos entierran a sus padres, no al revés.
Cuando muere tu hijo sientes que algo está mal, es algo que no comprendes. Tu esperanza era que luego de desarrollar sus capacidades y de formar su propia familia, esperas que se ocupe de ustedes sus padres cuando son llamados a la eternidad.
Por eso el señor Barreyro clamaba en el velorio de su hijo Jorge, el mayor:
- Dios se ha equivocado, yo he debido morir, no él. Mi hijo amado es quien debía enterrarme a mí en vez de estar aquí velándolo.
Nos es difícil aceptar que sigamos aquí mientras que nuestro hijo ha partido al infinito y nunca más lo podremos volver a ver.
¿Por qué el Señor no se acordó de mí? ¿Por qué me sigue dando fuerzas? ¿Cuánto más debo sufrir Señor?
Enséñame Señor a amar tu voluntad. Creo Señor, pero aumenta mi fe que resbala cada día más. Dame sabiduría para entender lo incomprensible. Tú nos das la vida y nos das el coraje para llevar a nuestra familia por el camino de la verdad para siempre.