Los usos y costumbres se refieren a las tradiciones memorizadas y transmitidas desde generaciones ancestrales, originales, sin necesidad de un sistema de escritura; es decir, son actitudes. Por ejemplo en muchos países se celebra el “Día de difuntos” o la Navidad.
Esto es más notable en el uso del lenguaje porque utilizamos las palabras que más escuchamos en nuestro diario trajinar.
La señora Juana Venegas de Herbozo, Directora y propietaria de la Escuela Práctica de Iquitos, desde pequeños nos corregía nuestro lenguaje: No debemos decir mangua sino mango. La palabra mango es castizo pero mangua es de uso general en Loreto.
En Lima decimos mango pero cuando vamos a Iquitos decimos mangua y sachamangua. Éste último es un fruto que solamente existe en la Selva, de manera que no van a poder corregirnos.
En Lima es general del uso de la palabra mandarina para referirse al fruto cítrico dulce cuya cáscara es anaranjada, el cual en Loreto siempre hemos llamado tansharina. Posiblemente derivado del brasileño tangerine que lo pronuncian tansherine.
Pero nuestra lengua es dinámica y siempre está cambiando a merced de las corrientes de las nuevas generaciones.
Hace más de 20 años cuando toda la familia Suárez Alva acudíamos a bañarnos en la Playa San Pedro, recalábamos siempre en el poblado de Lurín buscando los sabrosos chicharrones de chancho, café negro y pan caliente típico de Lurín. Todo el mundo sabe muy bien que el sánguche de chicharrón se acompaña de todas maneras con una buena salsa criolla.
La salsa criolla por su propia denominación viene a ser la manera más simple de preparar un aderezo de cebolla, limón y ají. Le añade al chicharrón la textura crocante de la cebolla.
Pero, de pronto comenzamos a ver en las pizarras de los negocios de chicharrón la denominación de “sarsa” criolla.
Pregunté a la chica que nos atendía:
- ¿Por qué escriben sarsa si saben que así está mal escrito?
- Escribimos sarsa y no salsa para que no vayan a pensar otra cosa.
- ¿Cómo qué, por ejemplo?
- Vayan a pensar que es para bailar salsa.
Más bien pensé en si la joven estaba pecando de ingenua o tonta: un local lleno de gente comiendo chicharrón y alguien va a pensar que allí se puede bailar algo que no es música. Increíble pero cierto.
No me había dado cuenta cuánto se había entronizado esta palabreja en el léxico de la gente hasta que hoy día leí en un restaurante elegante Honey room, en la avenida Parque de las Leyendas, frente a Metro, en el menú colocado en la vitrina de la entrada:
Arroz con chancho acompañado de sarsa criolla.
¿Le atribuimos al desconocimiento de nuestro lenguaje o a la adaptación, sin más, de nuestro lenguaje criollo habida cuenta de que son vietnamitas?
Pero lo cierto es que en todos los restaurantes en Lima anuncian sin ningún recato la palabra sarsa en vez de la correspondiente y castiza salsa. ¿Se han plegado por facilidad o flojera? ¿Quién lo sabe?
Para nosotros es y seguirá siendo siempre Salsa criolla.
Pero lo más curioso es que escriben sarsa solamente cuando se refieren a la salsa criolla, para todos los demás casos escriben salsa sin más: Salsa huancaína, salsa de tomate, salsa Bechamel, salsa tártara, etc. Muy curioso.