Un hombre joven estaba de compras en el supermercado, cuando notó que una viejecita lo seguía por todos lados.
Si él paraba, ella paraba, además de quedársele viendo.
Al fin, camino a la Caja, ella se atrevió a hablarle y volteándose le dijo:
- Espero que no lo haya hecho sentirse incómodo. Es solo que usted se parece mucho a mi hijo que recién falleció.
El joven con un nudo en la garganta, replicó que estaba bien, que no había problema.
- Sé que lo que le voy a pedir es algo poco común, pero si usted me dijera “Adiós mamá» cuando me vaya del supermercado, me haría muy feliz.
El joven sabiendo que sería un gesto que llenaría el corazón y espíritu de la viejecita, accedió.
Entonces, mientras la viejita pasaba por la caja registradora se volteó y sonriendo, agitando la mano le dijo:
- ¡ADIÓS HIJO!
Y el joven lleno de amor y ternura le respondió efusivamente:
- ¡ADIOS MAMÁ!
El hombre, contento y satisfecho porque seguramente había traído un poco de alegría a la viejecita, continuó a pagar sus abarrotes. Entonces la cajera le dijo:
- Son 450 soles
- ¿Por qué tanto si solo llevo cinco cosas?
- Sí, pero su MAMA dijo que usted pagaría por sus cosas también.
Moraleja: No confíes en ninguna viejecita.
¡LLEGA A LO MÁS PROFUNDO PERO DEL HIGADO! JAJAJA