Todas las noches nuestra querida nieta Ainhoa se acerca a la cama de su abuelita a darle las buenas noches. La Bebe sabe que la abuelita no responde, no puede responder porque está enfermita.
Pero Ainhoíta sabe, también, que la abuelita se da cuenta que ella está ahí y que le escucha; y aunque no parece atender, todos sabemos que mi amada esposa percibe el silencioso caminar de la niña y abre los ojos y parece sonreír.
María Judith Alva Rivera de Suárez siempre se vanaglorió de conocer mis pasos y cuando yo pasaba frente a la cochera y ella estaba en la cocina, al entrar a la casa me recibía con un beso y me decía:
- Sabía que eras tú, conozco tus pisadas.
Sentado en la habitación he sido testigo de esta especie de milagro: Ainhoa entraba en silencio a la habitación, regresando de bañarse, y la abuelita en aparente duermevela abría de inmediato los ojos y paraba la oreja. Ella sabía que la pequeña había ingresado a nuestra habitación. Yo le decía a nuestra Bebe:
- La abuelita parece dormida pero sabe muy bien que tú estás aquí.
Ainhoa se retiraba satisfecha. No podíamos explicarle que la abuelita padece del terrible Mal de Alzheimer y que no sabe siquiera quién es ella ni quién soy yo, pero parece saber, sin lugar a dudas, quién es la niña: su alegría.
Todas las noches la Bebe entraba al dormitorio a darle las buenas noches a su abuelita, sabiendo que no le respondía, pero eso no le importaba, solamente la amaba.
Pero el 22 de setiembre de 2021, acudió como todas los días a darle las buenas noches, su mamá, nuestra hija menor, le dijo que a la abuelita no. Pero a la Bebe no le puedes decir que no. Ella la empujó aunque su mamá le decía que la abuelita no está. Ingresó a la habitación y vio la cama vacía. Preguntó a su mamá:
- Mamá ¿Dónde está la abuela?
- Se ha ido, hijita.
- ¡Hay que buscar a la abuela! Mamá tenemos que ir a buscar a la abuela. Vamos mamá.
- Hijita, a donde se fue la abuelita no podemos ir nosotros.
Sumamente desconcertada Ainhoa se fue a dormir.
Pero al día siguiente sus padres le explicaron que la abuelita se ha ido al Cielo. Tenía tanta pena la nieta que no quiso comer dos días. Si le ponían la comida en la boca lo vomitaba.
Por eso, el sábado 25, la hicimos participar en la preparación de la pizza. Ella decoró su propia pizza por lo cual la comió y de nuevo volvió el apetito.
Muchas veces pensamos que los niños no entienden la separación, pero sí lo entienden y también les duele. Más adelante, quizás, le explicaremos donde está el Cielo a donde se fue la abuelita.