En mi libro digital En nuestra Selva narro una historia denominada Tamshiyacu. Les recuerdo que Tamshiyacu es una localidad cercana a Iquitos, capital del departamento de Loreto.
Fue en el año de 1964, el Primer Año de nuestros estudios en la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP), cuando acudíamos todos los sábados a la ciudad de Tamshiyacu para disputar partidos de Fútbol en la tarde y Básquetbol en la noche en la Escuela del lugar. El iniciador de este evento y reclutador era el “Charapa” Bardales, hijo del dueño de una empresa funeraria. No era yo un reputado futbolero como los otros compañeros, pero sí uno de los más entusiastas participantes del equipo. Teníamos que viajar en bote motor los 30 kilómetros que dista de Iquitos. En mi libro digital En nuestra Selva narro las incidencias en este paradisíaco lugar.
En una oportunidad mi buen amigo Bardales me invitó a dar una vuelta por la ciudad de Tamshiyacu. Llegamos a una bodega. El dueño estaba en la ventana.
Luego de saludarse, Bardales me presentó y me dijo que el amigo había estado en la cárcel.
Sumamente sorprendido me fijé en él y vi a un hombre joven, alto, de bigotes, bien vestido y en todo sentido, apuesto. No me podría imaginar que estuvo preso, pero Bardales insistió que fue por una chiquilla.
El amigo me dijo:
- Es la verdad, estuve en la cárcel. Cometí el error de relacionarme con una joven menor de edad que sin embargo tenía ya un largo historial.
- ¿Fue por presión de la madre?
- Por supuesto, la madre era una “loba”. Me dijo: Te casas con mi hija o vas a la cárcel.
- Voy a la cárcel, le respondí.
- ¿Para ti era mejor ir a la cárcel?
- Por supuesto, la chica no valía la pena y estaba “muy recorrida”. Ahora estoy libre, sin compromisos y, sobre todo, me salvé de esa mujer y su madre, que solo querían apoderarse de mis bienes.
- Al ver lo que tienes, esa mujer habrá dicho, para sí, “este partido no me lo pierdo”. Pero lo perdió porque no le hiciste caso.
- Así es, felizmente. Al final yo gané y estoy bien. Porque ella no valía la pena.
Entiendo que en aquel entonces la cárcel de Iquitos no era como ahora lo pintan a todas las cárceles del mundo: muy peligrosas y sin control de las autoridades. Cuando era niño la gente iba todos los domingos a la cárcel para comprar los artículos de madera que hacían los presos. Era más bien un ambiente festivo.