Los lugares donde viví en la ciudad de Iquitos evocan recuerdos que resultan incomparables puesto que esas casas ya no existen y ahora casas nuevas hasta de dos pisos ocupan su lugar. Toda mi formación ocurrió en esta hermosa ciudad, cuna de sol y misterio, como evoca la bella canción, Iquitos.
Nací en la calle Tacna, primera cuadra el 29 de julio de 1944. Nuestras vecinas eran doña Aurelia con sus hijas Edith y Rosa, mucho después nacería Leopoldo. Quedaba a un paso de la calle Sargento Lores donde se encuentra el Mercado Central.
El Mercado Central es un antiguo mercado modelo cuya principal característica es el orden y la limpieza y uno de los primeros lugares donde se podía comer con tranquilidad. En el exterior, en la calle Sargento Lores había unas bodegas de diverso tipo bien ordenadas. Era tan pulcro y ordenado el Mercado Central que cada año la Municipalidad realizaba allí el Baile Popular de Carnavales, con orquesta y entrada gratis y asistencia de todas las Reinas de Carnavales de la ciudad.
Mi nacimiento fue muy celebrado, tanto que se pasaron los ocho días reglamentarios que en ese tiempo se exigía para registrar el acontecimiento. Al registrador se le ocurrió una solución salomónica: registrarme como nacido el 02 de agosto. Pero desde que pude entender me dijeron que mi cumpleaños es el 29 de julio. Que mi fecha de nacimiento aparece en mis documentos como el 02 de agosto es algo que supe recién al ingresar al Primero de Secundaria. Este episodio de mi vida está narrado en mi primer libro digital “En Nuestra Selva”.
Cuando mi padre fue destacado a la Guarnición de Curaray, a orillas del río Curaray que desemboca en el río Napo, fuimos toda la familia de ese entonces: don Pedro Suárez Soto, el papá, doña María Luisa Sandoval Chávez, la mamá, mi hermano mayor Raúl y yo.
Mi hermano mayor Raúl había nacido en Cabo Pantoja, a orillas del río Napo, más arriba de Curaray, frente a la frontera con el Ecuador el 29 de abril de 1942.
Cuando nació Raúl la celebración fue tanta que se bajaron la cantina que mi mamá había construido y conducido, todos los soldados desfilaban con su botella de licor porque decían que había nacido en tierra de héroes. Un teniente quiso sumarse a la celebración de manera muy original: soltó una balsa ardiendo con racimos de chambira. Las chambiras reventaban y parecían disparos. Al instante se oyó el toque de Generala, llamada de tropa con armas, porque pensaban que los ecuatorianos estaban atacando.
Aclarada la situación siguió la celebración y la inscripción del nacimiento de mi hermano fue un completo galimatías con apellidos diferentes y solamente su nombre y la fecha estaban bien. Años después mi padre tuvo que solucionar judicialmente este impasse.
De vuelta a Iquitos radicamos en la primera cuadra de la calle Ricardo Palma donde nació mi hermana Wilma en 1946. Falleció al año y medio. El 05 de mayo de 1948 nació Mary Wilma, luego el 23 de mayo de 1951 Enrique, el 01 de abril de 1953 Pedro Ángel y César Antonio el 25 de agosto de 1955.
Los años más interesantes de mi infancia ocurrió en este barrio porque teníamos una pandilla de edad parecida así como el mismo nivel cultural y social. Fue quizás la etapa más feliz de mi vida en desarrollo. Y el que más recuerdos evoco todo el tiempo y es entonces el que más material para contar me ha dado.
Mi barrio fue, entonces la primera cuadra de la calle Ricardo Palma, con la primera cuadra del Malecón Tarapacá. De la calle Ramírez Hurtado, colindante, solamente tuvimos uno en la patota. La Ramírez Hurtado se unía, más bien con la calle San Martín y eran nuestros rivales en el fútbol. Ellos nos enviaban un oficio desafiando a un encuentro y nosotros respondíamos con otro oficio, aceptando el partido. Por esta razón, desde los seis años de edad sé manejar los oficios, documentos redactados a mano en “papel de oficio”, papel rayado con dos hojas. Las máquinas de escribir eran cosas solamente de oficinas.
Un buen día apareció el señor Joaquín Abensur con abogados y nos desalojó. Vino con un camión, cargaron todas las cosas y nos mandó a una casa de su propiedad en la calle Sargento Lores esquina con la calle Bolognesi.
Por la calle Bolognesi corría un caño abierto (acequia) y toda esa zona era monte lleno de sapos y culebras. La casa era de calamina, las paredes y el techo. Dos hechos nos marcaron para siempre: Mi papá tenía un millar de fotos de toda la historia de la familia que mi mamá atesoraba y los guardaba en el Aparador que estaba en la sala. Arriba documentos y abajo vajilla y cubiertos. Habíamos puesto el aparador arrimado a un horcón por donde bajó el comején, bichos dañinos que se comen la madera y más fácil el papel de las fotos. Cuando nos dimos cuenta todas las fotos habían sido destruidas. Mi mamá lloró. Pero lo más atroz fue cuando entró a la casa un jergón de metro y medio atravesando el pasadizo, la cabeza en el dormitorio y la cola en la calle. El jergón es una serpiente venenosa. Al grito de mi madre acudió un viandante, brasileño que fumaba y conocía a las serpientes y nos salvó de él (Vea el libro “En Nuestra Selva”).
Fue el acabose, solamente estuvimos tres meses en esta casa malhadada y nos pasamos entonces a la calle Tacna cuarta cuadra.
Mientras tanto en la Sargento Lores conocimos personas y lugares muy especiales.
Cerca vivía la familia Tafur, mecánicos fabricantes de pesas de plomo para tarrafas y todo objeto en láminas de zinc. Una vez los vi fabricar una máquina de hacer chupetes, lo hicieron como si toda su vida lo hubieran estado haciendo, con maestría. Una señorita que fue diagnosticada con “debilidad mental” y prohibida por el médico que estudie tuvo que dejar sus estudios en la escuela Normal. Ana María Flores puso entonces una escuelita para las niñas del barrio a la que nosotros le llamamos “Escuelita Pirulí”. Ahora a esto le llaman “vacaciones útiles”. Era muy común que el médico te diagnosticara debilidad mental, lo cual jamás logré entender. Por esta razón Arturo Chumbe Mori, de la Ricardo Palma, jamás estudió una carrera, siendo una mente brillante.
Vivía también el señor Moscoso, quien un día nos reunió a los peloteros y nos dijo que había fundado un club de fútbol “Deportivo Atlántida”. Pensé que estaba en tratos con el señor Julio Reátegui Burga, dueño del Bazar Atlántida y luego de Radio Atlántida, pero no. Luego de nuestro primer partido nos dijo para ir donde el señor Julio para “informarle” sobre el club que “habíamos fundado” y solicitarle su ayuda. Don Julio nos atendió correctamente y nos prometió pensarlo. Luego de esto nos separamos desencantados. Nunca más jugamos con esa denominación.
En la otra cuadra quedaba la “Gota de Leche”, programa del Ministerio de Salud. Cuando en el dispensario el doctor Castillo observaba que el bebé no subía de peso le mandaba a la Gota de leche donde te entregaban una botella de leche fresca (620 ml). En este lugar también funcionaba una especie de club de madres donde daban clases gratuitas de cocina y repostería. Mi mamá aprendió cosas en verdad inolvidables.
Al frente, a mitad de cuadra, existía el Coliseo de gallos, que después se convirtió en el Colegio Inglés Santa Clara, colegio particular cuyo uniforme era de color verde y llevaban boina.
Nos ubicamos entonces en la calle Tacna, cuarta cuadra. Aquí nació Mónica el 10 de noviembre de 1957.
Estaba en Quinto Año de Primaria y el Profesor Rosalío Rivera Rengifo, nuestro Profesor en la escuela nos preparó de manera particular para rendir a fin de año el Examen de Madurez Mental para ingresar al Primero de Secundaria en la Gran Unidad Escolar “Mariscal Óscar R. Benavides”. Ahora le llaman Prueba Psicotécnica. Pero el examen de madurez mental te podía calificar como gratuito o pagante. Obviamente, gratuito si aprobabas el examen. Fui gratuito y mi hermano Raúl pagante. Pero como ingresamos a la Banda de Músicos del colegio eso le dio a mi hermano la categoría de gratuito.
La Gran Unidad Escolar “Mariscal Oscar R. Benavides” fue creada por el General Odría con un campus enorme donde teníamos Secundaria Común, heredera del glorioso CNI, el antiguo Colegio Nacional de Iquitos creado por don Serafín Filomeno, Secundaria Comercial, mixto y Secundaria Técnica. De acuerdo a los estándares de la época, solamente quienes egresaban de la Secundaria Común podíamos postular a las universidades y a las escuelas militares. La formación académica en los tres sectores era totalmente diferente y por ello esa distinción. Los alumnos de Secundaria Técnica y Secundaria Comercial egresaban con un diploma de su especialidad y podían comenzar a trabajar como técnicos, y nosotros no. Teníamos que seguir estudiando hasta culminar una carrera profesional.
La GUE quedaba a cuatro kilómetros de la ciudad en la Carretera Circular y lo hacíamos a pie hasta que fuimos músicos y entonces podíamos viajar en el Bus de los profesores el “Marciano”.
Formábamos un equipo de fútbol con los muchachos de la calle Brasil, colindante. Entre ellos destacaba “Juan Chico”, llamado así porque era “llanta baja”, una pierna más corta. Trabajaba en el cine Bolognesi, pero en la cancho era formidable, mismo Maradona, cogía el balón y dejaba “sembrados” a los contrarios y no paraba hasta meter el gol, así cojeando
En la calle Tacna vivimos hasta terminar la Secundaria. Necesidades del propietario para levantar un complejo habitacional nos hizo salir para ir a vivir en la calle Pablo Rosel. En la Quinta cuadra conocimos personas inolvidables. Aquí falleció mi mamá.
Al casarnos fuimos a vivir en la calle Julio C. Arana, ahora es calle Nauta, en una Quinta moderna curiosamente ubicada al frente de la casa de los padres de Judith, mi amada esposa.