Las zapatillas eran simplemente útiles deportivos que utilizábamos solamente en las clases de Educación Física.
En nuestra hermosa tierra de Iquitos, la capital de la Amazonía Peruana, los colegios de mujeres utilizaban como calzado del uniforme escolar unas zapatillas blancas de lona, de talle corto y amarrado con pasadores. Generalmente las denominábamos como alpargatas.
En los años cincuenta el uniforme de los varones era de color caqui, pantalón, camisa manga larga con dos bolsillos, corbata y cristina. Zapatos botines de color marrón.
Las niñas tenían uniforme de tela playa blanco (vestido) y zapatillas blancas (alpargatas) sin medias. Para el Desfile Escolar le adicionaban unas solapas triangulares, del pecho hacia los hombros. Para esta ocasión las zapatillas debían ser pintadas con albayalde, mucho después se inventaría el betún Griffin blanco.
Todo era sencillo y “universal”. Fue en esa época que se pusieron de moda las zapatillas “reforzadas” para los varones. Todos debíamos tener las zapatillas azules que utilizábamos solamente para Educación Física. Para el fútbol usábamos zapatos de fútbol, esos que en Lima llaman “chimpunes”. En Lima, inclusive, se inventó un maletín para llevarlos que se denomina “chimpunera”. Yo lo uso como maletín para llevar al hombro (neceser) para cargar todas las cosas para andar con Andrea, mi nieta, cuando era pequeña. Aún ahora, cuándo tengo que llevar documentos o medicinas o cualquier otra cosa, lo llevo conmigo. Con la ventaja que tiene un bolsillo secreto donde cabe un sobre con toallitas húmedas, muy útiles todo el tiempo.
Un problema verdaderamente serio lo constituye el ser el segundo hijo en una familia. Cuando a mi hermano mayor le quedaban chicas las zapatillas, le compraban un nuevo par y sus zapatillas gastadas pasaban a mi poder. Pero Raúl calzaba talla grande y mis pies siempre han sido pequeños, de modo que “mis” zapatillas siempre parecían que eran de otro porque no me quedaban. Para que tengan una idea, Raúl cuando era muchacho calzaba 39 y yo cuando fui soldado mis borceguíes eran talla 36.
Luego vino el gobierno militar (12 años) y “para ayudar” a la economía de los peruanos inventó el “uniforme único”.
Camisa (blusa) de popelina blanca y manga corta. Pantalón (falda) de polystel color “gris rata”, medias grises y zapatos de cuero negro, para completar el atuendo una chompa de cuello V de color gris. Dizque el pueblo se iba a beneficiar por el ahorro. Pero en la Selva trastornó la vida a todos: de usar nuestros uniformes acostumbrados pasamos a estos uniformes reglamentados y de tan elevado precio. El precio de la educación pública se puso por las nubes.
En el Colegio integraba el Equipo de Gimnasia en Aparatos y el Profesor nos hacía usar alpargatas blancas por el menor peso que las zapatillas azules y eran más uniformes, además que nos permitía hacer los saltos y las evoluciones con más agilidad y elegancia.
En la década de los ochenta, salieron unas zapatillas de marca que los adolescentes lo usaban para pasear y presumir. Dos eran las marcas que predominaban: Pony y Reebok. Y mis hijas Luisa y Claudia escogieron una cada una.
También en esa época las tarjetas de invitación a fiestas de Quince Años llevaba escrita la recomendación acerca de la vestimenta:
Varones: traje sport, no jeans ni zapatillas.
Damas: vestido de cualquier color menos rosado.
En los noventa todo joven que quería jugar fulbito, ya nadie juega fútbol, debía tener unas Adidas, zapatillas que bordean los 100 soles.
Y la zapatilla corriente se volvió el calzado obligado de los pobres que salían a trabajar de peones en toda la gran Lima. Lo usaban todo el tiempo, tanto para trabajar como para jugar un partidito de fulbito o para acudir a las fiestas.
Muchas veces la zapatilla estaba rota.
En Selecciones del Reader’s Digest leí en alguna oportunidad que una persona fue a Estados Unidos a visitar a su hermana. Su cuñado salía a trotar vestido de manera impresionante: todo su atuendo, polo, truza, medias, zapatillas y hasta la vincha eran de marca, muy inn. Habían regresado de correr y estaban en la puerta de su residencia cuando vieron pasar al trote a un joven con un polo de publicidad, truza de fútbol, medias comunes caídas, zapatillas viejas y en la cabeza un pañuelo a manera de vincha. Para el visitante, normal, pero su cuñado le dijo:
- Si no tienes, ni deberías salir a correr.
Era, en verdad todo un snob insufrible, además fijón y criticón, capaz de criticar a quien no tiene el estilo que da el dinero.
Pero hoy en día parece que la zapatilla, de inicios humildes, se ha convertido en el atuendo general: hombres y mujeres usan zapatillas para ir a todo sitio, sea un asunto oficial o no. Y los hay de todas las marcas, el asunto es de acuerdo a tus posibilidades.
Los más inn pueden llevar Dolce &Gabbana que bordean los mil dólares.
Es la locura en zapatillas.