El género es una característica de nuestro sistema lingüístico que corresponde generalmente a una cuestión de sexo. En el colegio, en clase de Castellano se incidía en que existe tres géneros: Masculino, femenino y ambiguo.
Masculino: muchacho, perro, doctor.
Femenino: muchacha, perra, doctora.
Ambiguo: El agua, la agua, el hacha, la hacha.
Pero en la actualidad las cosas se han complicado hasta el infinito y muchas veces no se sabe a ciencia cierta cómo decirlo bien.
En una clasificación Morfológica, el género masculino es la forma no marcada o inclusiva: la frase “los alumnos de esta clase” haría referencia a alumnos de sexo masculino y también de sexo femenino; el género femenino es la forma marcada y por tanto resulta exclusiva o excluyente: la frase “las alumnas de esta clase” haría referencia solamente a las alumnas de género femenino.
En una clasificación Semántica las palabras tienen género común, epiceno y ambiguo.
Género común: los nombres que designan entes animados que tienen una sola terminación y diferente artículo. Ej. El violinista, la violinista, el espía, la espía, el dentista la dentista. Pertenecen a este grupo los participios activos derivados de tiempos verbales como presidente, estudiante, atacante o saliente. Pero existen excepciones históricas en profesiones donde las funciones laborales de los sexos biológicos solían variar, como sirviente, sirvienta.
Genero epiceno: los nombres de animales que tienen un solo género gramatical para ambos sexos biológicos. Ej. El ratón macho, el ratón hembra, el cóndor macho, el cóndor hembra, la hormiga macho, la hormiga hembra.
Género ambiguo: sustantivos que admiten indistintamente el artículo masculino o femenino. Ej. El mar, la mar, el calor, la calor, el puente, la puente.
A propósito de los participios activos derivados de tiempos verbales, la Profesora de Instituto Superior de España, Mónica Seara, nos dice que «el del verbo ser es “ente”. Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación «ente».
Así, al que preside, se le llama «presidente» y nunca «presidenta», independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción».
Pero en la actualidad eso ha cambiado y si quien preside es mujer se le dice presidenta. Pero debe ser muy reciente el cambio porque la señora Mirtha Vásquez que preside el Congreso del Perú nos dice; «Acá todavía cuesta llamarme presidenta y algunos colegas prefieren decirme “coleguita”, “mi reina” o “presidente”».
La Ingeniera Jiovanna Manríquez nos manifiesta lo siguiente:
«La lengua española ha acogido femeninos como abogada, arquitecta, bióloga, candidata, catedrática, diputada, física, ginecóloga, ingeniera, licenciada, matemática, ministra, música, odontóloga, torera, etc.
En cambio, otros sustantivos como fiscala, jueza, edila, soldada o médica han recibido desigual aceptación».
En resumen, en materias gramaticales están ocurriendo tantos cambios que nos cuesta mucho conocerlos todos.
Toda esta cuestión semántica viene al caso porque recordé una anécdota de mi juventud:
La vecina René Pezo nos contaba que una persona de sexo femenino se había enfrentado a un ladrón en la esquina de la casa. Le pregunté:
- Esa dama desconocida ¿era joven o ya mayor?
- Era joven – respondió de inmediato para luego corregirse a sí misma.
- Jóvena, era jóvena.
Pertenecía René a ese grupo de personas que piensan que todo lo relacionado a la mujer debe terminar en a, aunque mujer o femenino no terminan precisamente en a, pero la vecina no era, en realidad, puntillosa en cuestiones gramaticales.
Aun el Colegio de Ingenieros del Perú – CIPLIMA está convocando a actualizar nuestros datos, firma y sello con indicación expresa de género. Es decir que si eres colegiada mujer debes poner Ingeniera. Hasta no hace mucho, todos, hombres y mujeres, éramos Ingenieros.