371 UNA CUESTIÓN DE GÉNERO

            El género es una característica de nuestro sistema lingüístico que corresponde generalmente a una cuestión de sexo. En el colegio, en clase de Castellano se incidía en que existe tres géneros: Masculino, femenino y ambiguo.

            Masculino: muchacho, perro, doctor.

            Femenino: muchacha, perra, doctora.

            Ambiguo: El agua, la agua, el hacha, la hacha.

            Pero en la actualidad las cosas se han complicado hasta el infinito y muchas veces no se sabe a ciencia cierta cómo decirlo bien.

            En una clasificación Morfológica, el género masculino es la forma no marcada o inclusiva: la frase “los alumnos de esta clase” haría referencia a alumnos de sexo masculino y también de sexo femenino; el género femenino es la forma marcada y por tanto resulta exclusiva o excluyente: la frase “las alumnas de esta clase” haría referencia solamente a las alumnas de género femenino.

            En una clasificación Semántica las palabras tienen género común, epiceno y ambiguo.

            Género común: los nombres que designan entes animados que tienen una sola terminación y diferente artículo. Ej. El violinista, la violinista, el espía, la espía, el dentista la dentista. Pertenecen a este grupo los participios activos derivados de tiempos verbales como presidente, estudiante, atacante o saliente. Pero existen excepciones históricas en profesiones donde las funciones laborales de los sexos biológicos solían variar, como sirviente, sirvienta.

            Genero epiceno: los nombres de animales que tienen un solo género gramatical para ambos sexos biológicos. Ej. El ratón macho, el ratón hembra, el cóndor macho, el cóndor hembra, la hormiga macho, la hormiga hembra.

            Género ambiguo: sustantivos que admiten indistintamente el artículo masculino o femenino. Ej. El mar, la mar, el calor, la calor, el puente, la puente.

            A propósito de los participios activos derivados de tiempos verbales, la Profesora de Instituto Superior de España, Mónica Seara, nos dice que «el del verbo ser es “ente”. Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación «ente».

            Así, al que preside, se le llama «presidente» y nunca «presidenta», independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción».

            Pero en la actualidad eso ha cambiado y si quien preside es mujer se le dice presidenta. Pero debe ser muy reciente el cambio porque la señora Mirtha Vásquez que preside el Congreso del Perú nos dice; «Acá todavía cuesta llamarme presidenta y algunos colegas prefieren decirme “coleguita”, “mi reina” o “presidente”».

            La Ingeniera Jiovanna Manríquez nos manifiesta lo siguiente:

            «La lengua española ha acogido femeninos como abogada, arquitecta, bióloga, candidata, catedrática, diputada, física, ginecóloga, ingeniera, licenciada, matemática, ministra, música, odontóloga, torera, etc.

            En cambio, otros sustantivos como fiscala, jueza, edila, soldada o médica han recibido desigual aceptación».

            En resumen, en materias gramaticales están ocurriendo tantos cambios que nos cuesta mucho conocerlos todos.

            Toda esta cuestión semántica viene al caso porque recordé una anécdota de mi juventud:

            La vecina René Pezo nos contaba que una persona de sexo femenino se había enfrentado a un ladrón en la esquina de la casa. Le pregunté:

  • Esa dama desconocida ¿era joven o ya mayor?
  • Era joven – respondió de inmediato para luego corregirse a sí misma.
  • Jóvena, era jóvena.

            Pertenecía René a ese grupo de personas que piensan que todo lo relacionado a la mujer debe terminar en a, aunque mujer o femenino no terminan precisamente en a, pero la vecina no era, en realidad, puntillosa en cuestiones gramaticales.

            Aun el Colegio de Ingenieros del Perú – CIPLIMA está convocando a actualizar nuestros datos, firma y sello con indicación expresa de género. Es decir que si eres colegiada mujer debes poner Ingeniera. Hasta no hace mucho, todos, hombres y mujeres, éramos Ingenieros.

Mónica Seara
Ingeniera Jiovanna Manríquez

370 HUMOR NAVAL 2

UNA VISITA AL BARCO

            El típico niño que visita el puente de un ferry y comienza a preguntar al oficial:

  • ¿Si se hunde el ferry, cómo saldríamos?
  • En los botes salvavidas.
  • ¿Y si no funcionan todos, cómo saldríamos?
  • Entonces usaríamos las balsas.
  • ¿Y si hay más gente que botes y balsas, por dónde se sale?
  • Por la televisión, hijo, por la televisión.

EL PIRATA

            En la barra de una Cantina caribeña se encuentra un mozo y un veterano pirata tomando unos cacharros, el joven observa que el pirata, es prácticamente un tullido, con su pata de palo, garfio en la mano y parche en el ojo. Impresionado, le pregunta donde perdió la pierna, el pirata le cuenta un feroz abordaje a un barco de su graciosa majestad donde un cañonazo se llevó por delante su pierna. Le pusieron una de palo.

            La curiosidad puede más que el mozo y vuelve a inquirir al viejo pirata sobre su mano, éste le cuenta que en otro abordaje, un español se la arrebató con un mandoble de espada cuando el barco estaba casi rendido. Por eso le colocaron un garfio donde tenía la mano.

            El mozo impresionado, no sale de su asombro y le pide que le cuente como perdió el ojo. El pirata hace un silencio, y dice:

  • Eso fue culpa de una mosca al día siguiente de perder la mano.

LOS PIRATAS

            Dos piratas consiguen huir de una prisión en un velero, y tras diversas vicisitudes, una impresionante tormenta los desarbola dejándolos a la deriva sin comida, ni agua, la situación es desesperada.

            Entonces uno ve un navío de guerra en el horizonte y exclama:

  • ¡Qué mala pata!


            Y el otro contesta indignado:

  • ¡Quémala tú!

EL EXAMEN NAVAL

             Cuentan las malas lenguas que lo relatado a continuación ocurrió en un examen oral de maniobra, donde el catedrático interactúa con un alumno:

  • Imagínese que está al pairo esperando para entrar en puerto, y se levanta un fuerte viento de la mar hacia tierra. ¿Qué haría usted si no puede arrancar la máquina?
  • Daría fondo.
  • ¿Y si el viento arrecia?
  • Fondearía con otra ancla.
  • ¿Y si continúa refrescando?
  • Mandaría fondear otra ancla.
  • ¿De dónde saca usted tantas anclas?
  • Del mismo sitio que usted saca los vientos.

CAPITÁN SOBRIO

            Dicen que esta historia sucedió en el Cabo Ibarra, durante un viaje a Brasil.


            Cierta noche entró el Capitán en el puente sorprendiendo al Primer oficial ligeramente embriagado y en buena compañía de visita por el puente, tras un breve intercambio de opiniones, el Capitán sale indignado y escribe en el Diario de navegación “el Primero estaba borracho hoy a la 01:15, testigos…”.

            Al día siguiente, el Primero se ha recuperado y le pide al Capitán que borre el asiento, tras otro intercambio de opiniones, el Capitán se niega. Entonces el Primero entra en el puente y escribe en el Diario “el Capitán estaba sobrio hoy”.

ES UN BARCO

            Dos engrasadores se suben a un autobús de regreso al barco, en el autobús viajaban también otros marinos. Uno dice al otro:

  • ¿Para dónde irá este bote?»
  • Esto es un bus – le replica el amigo.
  • No, que es un barco, mira el montón de marinos.
  • No seas bruto, que es un bus.
  • Un barco.
  • ¡Borracho, necio, que es un bus!
  • ¡Que es un barco, y te lo voy a demostrar!

            Entonces se lanza del bus, y al caer rebota y rueda por toda la carretera. Entonces le grita el otro:

  • ¡Ves es un bus!
  • No, es un barco. Pero si te lanzas, hazlo por el otro lado, que aquí está la playa y está llena de piedras.
Estaba bien seguro

369 CUANTOS AÑOS TIENES

            Esta es una historia que ocurrió en un bus camino al Centro de Lima.

            Una chica estaba sentada y al lado un muchacho de pie, conversaban, parecía que estudiaban en el mismo instituto, pero, supongo, no tenía mucha educación el joven.

            De repente le preguntó a boca jarro a la chica:

  • ¿Cuántos años tienes?
  • Veinticuatro.
  • Eres mayor que yo

            La chica se ruborizó. Para aumentar aún más su torpeza,  el chico agregó:

  • Yo tengo ya visualizado que voy a hacer cuando tenga veinticuatro años.
  • ¿Sí?
  • Sí. Voy a tener seis mototaxis.
  • ¿Por qué seis?
  • ¿Sabes tú a cuanto se alquila un mototaxi? Voy a hacerme rico bien pronto.
  • Sí, estoy segura que sí.

            De esto podemos colegir que la chica fue más generosa que el compañero impertinente.

            A una joven que ingresó a trabajar como Bióloga en el Laboratorio Central de la Cervecería Backus le pregunté “¿Cuántos años tienes?”. Al instante saltó el Ingº Héctor Núñez para llamarme la atención:

  • Ingeniero Suárez, a una dama no se le pregunta la edad.

            Era, a todas luces una impertinencia de su parte, pero preferí explicarle:

  • A una dama mayor no se le pregunta la edad. Eso dicen las reglas de la educación. Pero a una jovencita se le pregunta para resaltar lo rápido que alcanzó su grado universitario siendo aún muy joven. Debería usted aprender eso para no andar corrigiendo lo que no sabe.

            Cuando lo digo pienso siempre en mi amada esposa, quien a los 15 años terminó la Educación Secundaria y a los 18 años de edad ya era toda una Señorita Profesora con título Profesional. Debo hacer hincapié que en esa época la mayoría de edad se alcanzaba recién a los 21 años de edad.

            Luego del lío que me hizo cuando descubrió que era mi mayor, cuando cumplí los 21 años de edad me acompañó al Registro Electoral para sacar mi Libreta Electoral en la primera cuadra de la calle Napo, en Iquitos. Hoy en día a este documento se le llama DNI (Documento Nacional de Identidad), pero sigue funcionando como libreta electoral puesto que le añaden un estíquer en cada votación que se realiza en el Perú.

El mototaxi de esta historia