372 EL CATECISMO

            Todo lo que sabía de religión nos lo inculcaron en la niñez. Todo lo que aprendí provino de nuestra preparación para la Primera Comunión.

            El padre José María Quintana, sacerdote agustino, vino a la Escuela Práctica a darnos una charla sobre el Catecismo.  Nos habló sobre Dios, uno y trino: tres personas distintas y un solo Dios verdadero.

            Nos dijo para comprar un catecismo. Costaba cincuenta centavos y era un pequeño librito que contenía todas las oraciones necesarias para nuestra formación religiosa:

  • Yo pecador
  • El Credo
  • El Padre nuestro
  • El Ave María
  • El Dios te Salve
  • Los 10 Mandamientos de la Ley de Dios
  • Los 5 Mandamientos de nuestra Santa Madre Iglesia

            Cuando rezábamos el Yo pecador teníamos que golpear tres veces nuestro pecho al son de: por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa.  Parece que golpeábamos demasiado fuerte como queriendo sacar a la fuerza la culpa que en la actualidad solamente debemos tocar suavemente con la palma de la mano abierta nuestro pecho.

            El dogma que más caló en nuestra mente es: Dios está en el Cielo, en la tierra y en todo lugar. Jamás lo olvidamos y hacia cualquier lugar que volteamos siempre encontramos a Dios en la persona humilde, conocida o no, que necesita una mano.

            Con el padre Quintana aprendimos los cánticos clásicos.

  • Oh buen Jesús
  • Tú reinarás
  • Salve, Salve

            Para hacer la Primera Comunión no debíamos comer pasada las seis de la tarde del día anterior hasta después de realizada la Comunión. Ahora solamente es necesario  abstenerse de tomar alimentos 1 hora antes de la comunión. Pero en mi época lo tomaban muy en serio. Luego de la ceremonia nos servían un suculento desayuno, digno de esta buena causa.

            Es por esta razón que hice la “Primera Comunión” en la Escuela Práctica  en el Tercer año de Primaria (correspondiente al Primer Grado de Educación Primaria), Cuarto y Quinto Año de Primaria en la Escuela de Segundo Grado Nº 161, también con el padre Quintana, y los cinco años de estudios Secundarios en la Gran Unidad Escolar “Mariscal Oscar R. Benavides”. Incluso cuando fui soldado hice la “Primera Comunión” en el cuartel GAC 2 “Coronel Bolognesi”, siendo mi padrino el Teniente Rodríguez. Los desayunos eran de película y yo siempre fui “tragoncito”, según mi mamá y mi esposa.

            Aprendimos  en la Escuela Práctica acerca del Bautismo. El sacramento lo administra el sacerdote pero en caso de necesidad cualquier persona bautizada puede bautizar, asperjando el agua bendita en forma de cruz y bautizando en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

            Yo bauticé al niño muerto de Genoveva con agua bendita que tomé de la Iglesia Matriz.  Tenía yo 8 años de edad. El padre Ricardo Rebolleda, Asesor Espiritual del EPCA, me dijo que estaba bien pero que no era necesario: porque todos los niños al morir van de frente al Cielo.

            Con solo este bagaje religioso tuve que hacer frente a la vida, desarrollarme, hacerme Ingeniero, casarme, tener una familia, formar a nuestras hijas y ayudarlas a formar su propia familia. No estuvo mal el resultado, es decir que está de lo más bien. Y doy gracias porque esos dogmas me ayudaron a construir mi vida. Con solo un catecismo de cincuenta centavos. Ahora tenemos un catecismo de 702 páginas que tiene muy desarrollado lo que en mi tiempo fue  un simple librito de poco precio.

            En la Misa en la Iglesia de santa Rosa de Lima, el 30 de agosto, al final de la ceremonia el sacerdote invita para que se acerquen las personas que han traído imágenes para bendecirlas. Muchas personas llevan “Niñitos” o “Santarrositas”. Luego de la bendición regresan llevando en alto sus imágenes para no chocar pero la gente trata de tocar las imágenes para sentirse igualmente bendecidas. Un señor se puso a gritar: “Allí no está Dios”, “Allí no está Dios”. Se volteó hacia mí y me dijo “¿Verdad que allí no está Dios, no señor?”. Bueno – respondí – a mí me dijeron cuando era niño que Dios está en el Cielo, en la tierra y en todo lugar.

            El señor parece que entendió el mensaje, se tranquilizó y miraba serenamente a quienes pugnaban por tocar las imágenes bendecidas, y se sintió satisfecho.

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