Desde que mi amada esposa prefirió dedicarse al negocio, renunciando a la Dirección del Centro Educativo Nº 1119 en La Victoria, solamente vivía pensando en poner una cevichería.
Por donde quiera que andaba, si había una tienda en alquiler, se interesaba, preguntaba por el arriendo, las características del local y su posible ubicación como probable tienda para vender ceviche y demás cosas relacionadas.
Averiguó las obligaciones tributarias de la Sunat, de la municipalidad a que corresponde y del Ministerio de Salud: Sabía todo lo que tenía que saber para poner una cevichería. Menos el negocio del ceviche.
Cuando nuestra amiga, paisana y colega Maestra Nora Acheng puso su cevichería en Lince, fuimos a ver su funcionamiento, nos enteramos los arrestos que necesitó nuestra amiga para al fin lograr ese hito histórico.
Todo parecía andar bien, pero a los tres meses Nora cerró su local. Dijo que era muy matador, tenía que levantarse a las cinco de la mañana para ir al Terminal pesquero para conseguir las especies frescas para surtir su tienda, que los cocineros (en aquel entonces no existía el uso generalizado de la palabra chef) tienen su sindicato que regula las horas que deben trabajar en un restaurante, fuera de eso es el dueño quien tiene que cocinar y servir las mesas para poder atender a su clientela. Al cocinero no le importa si tienes éxito o no.
Esto enfrió por completo las ansias de Maria Judith por tener su propia cevichería, pero no su deseo de tener su propia tienda.
Andaba para todos lados con su amiga, paisana, vecina y colega Antonieta Arévalo Borbor, a quien llamaba “pata” y en nuestra casa era la “tía patita”, y se apuntó para adquirir una tienda en secreto, no nos había comentado absolutamente nada sobre ella.
El presidente García dio un decreto ley ordenando que todas las propiedades inmobiliarias vendidas a plazos que ya estuvieran canceladas se tenía que negociar nuevamente el precio final. Algo totalmente ilegal e injusto pero nadie le hizo frente, no sé para qué existe tanto abogado en el Perú.
Allí fue donde mi amada esposa me dijo:
- Papi, me he comprado una tienda y ya le he cancelado pero ahora la inmobiliaria dice que debemos pagar quinientos dólares más porque así lo ha dispuesto el gobierno. Y no tengo esa cantidad. ¿Puedes dármelo tú?
- ¿Una tienda, donde?
- En el Centro de Lima, en Galerías Mercado Central.
Le di el dinero, siempre teníamos ahorros.
Se juntó con nuestra amiga, paisana y vecina Paquita Vásquez, llevaron una mesita pequeña con cuatro sillas, mi segundo mueble que adquirí cuando vine a vivir en Lima, solo, el primero fue mi cama somier, y fueron a poner un negocio en su tienda.
No tardó en aburrirse porque en su sueño la gente entraba y salía a raudales a comprar en su tienda, pero la realidad no siempre es como lo soñamos: es decir, el negocio era muy lento.
Cerró la tienda y lo alquilamos, con lo cual teníamos una renta regular mensual que ayudaba en nuestros ingresos.
Por algo dicen que: Los sueños, sueños son.
Tan inquieta como es, también se compró una “Combi” (Toyota Hi Ace) de la ruta Chama. Una tarde se presentó y me dijo:
- Papi, me he comprado una combi de la ruta Chama.
- ¿Y quién lo va a manejar?
- Lo compré con chofer y todo. Allí está afuera. Vamos para que lo veas y así damos una vuelta por la ruta como inauguración.
Para guardar la Combi adquirió un estacionamiento cercano a nuestra casa a fin de poder controlarlo directamente.
Es increíble lo que esta mujer es capaz de hacer y nunca deja de sorprenderme, por eso la amo hasta el delirio.
Dios bendiga a esta buena mujer que Él me la dio como esposa.