LUISA
Mi hija Luisa siempre hizo gala de su fuerza y resistencia. Ella y yo tenemos buen nivel de hemoglobina gracias a mi herencia serrana. Cuando hicieron el trasplante a mi hermana Mónica ella y yo fuimos los únicos que pudimos donar sangre. Judith, Claudia y Charito siempre tienen la hemoglobina baja. Luisa donó sangre para las abuelitas de sus amigas. Muy solidaria.
A raíz de esta pandemia que nos condena a vivir separados, una tarde llamó Luisa para avisarnos que venían a la casa para vernos. Los recibimos en la cochera: junto al carport, Luisa, Juan y Rafaelita. En el otro extremo nosotros, Charito, Pedro, Ainhoíta y yo, premunidos de nuestra mascarilla de reglamento de acuerdo al protocolo establecido.
Les mostré mis plantas muertas por el clima inclemente y las enfermedades. Les dije que la menta las he recuperado luego que casi se diezmaron porque les había puesto borra de café. Recuperé las plantas y boté la tierra reemplazándola por tierra nueva. Pero Juan señaló a la parte alta del estante donde se lucía airosa una planta con sus largas hojas verdes apuntando enhiestas hacia el cielo:
- ¿Y esa planta?
- Esa es hierba Luisa. No le pasa nada, es muy fuerte.
Juan y Rafaela sonrieron orgullosos y tocaron a Luisa. Ella muy oronda y feliz por el agasajo que le hacían su esposo y su hija. En tiempos de pandemia el toque equivale a un fuerte abrazo de felicitación.
CHARITO
Cuando regresaron del Retiro Espiritual para preparación de la Primera Comunión, ingresaron a la capilla del Colegio. La monja les hablaba sobre la necesidad de mantenerse puras y todas las alumnas la escuchaban con atención y recogimiento, menos una.
Mi esposa veía con desagrado y preocupación cómo esta chica se iba de un lado para otro. No prestaba atención a lo que la monja decía e importunaba a una y otra compañera, quienes dejaban de atender a la monja. Judith la aborreció. Comentó en la casa e hizo saber a Charito que no quería ver a esa chica en nuestra casa.
Varios años después Charito estaba en nuestra casa con toda la “Pandilla Basura” en pleno cuando vino a aparecer la chica en cuestión.
Esto molestó a mi esposa pero yo le dije que hablaría con Charito, debe haber una explicación.
Cuando fuimos a comprar el pan comenté con Charito el problema que significó la venida de esa chica, su compañera de salón, a la casa. Mamá está molesta. Charito me dijo:
- Papá, esa chica no es de mi grupo, nadie la invitó, vino a aparecer no sé cómo.
- ¿Así le digo a tu mamá?
- No, papá. Yo voy a hablar con ella.
Esta es la característica más notable y sobresaliente en mi hija: enfrenta las cosas directamente.
LOS PECES EN EL RÍO
Mi hija Charito siempre se ha caracterizado por tener control sobre la cantidad de alcohol que toma, pero en cierta oportunidad se estaba pasando de la raya. Sus hermanas mayores decidieron tomar cartas en el asunto.
Como las tres saben que no se deben pelear entre hermanas y habida cuenta que la menor es, más bien, iconoclasta, usaron el sarcasmo.
Estaba bien cerca la Navidad y todo el día sonaban villancicos en nuestra casa y justo cuando estábamos sentados a la mesa, Charito con su cara de “resaca”. Comenzó a escucharse en la radio Los peces en el río.
Luisa y Claudia, llegado el verso, cantaban a voz en cuello
- Beben y beben y vuelven a beber.
Una y otra vez repetían el estribillo. Sin decirle una sola palabra, sin pelearse, le dieron una lección a su hermana menor. Ella entendió y no lo volvió a hacer.
MI HERMANO PEDRO
Sus hijos asistían a la Catequesis de su barrio en San Juan de Miraflores y le contaban a su padre lo que les recomendaba el catequista. Mi hermano les decía que no se debe decir catequista sino catequesista, según él era la derivación correcta de la palabra catequesis.
Cuando fui a visitarlos Pedro me contó para confirmarle que lo que él decía era la manera correcta. Le expliqué que la palabra catecismo proviene del latín catechismus (catequismus), de ahí es que se deriva el término catequesis y catequista.
Por tanto la manera correcta es catequista, persona que enseña el catecismo a los niños.
Mi hermano Pedro lo entendió y aceptó, y él mismo les explicó a sus hijos sobre nuestra conversación.