356 PEDRO

            Mi hermano Pedro Ángel Suárez Sandoval, nació en Iquitos, el 01 de abril de 1953, en la calle Ricardo Palma primera cuadra.

            Desde pequeño mostró su carácter reacio a cualquier autoridad y siempre hacía las cosas según las veía él mismo. No era estudioso pero tenía habilidades que lo hacían sobresalir.

            Era delgado pero fuerte y resistente, le gustaba cargar pesos y hacer trabajos físicos y andaba siempre en busca de oportunidades de realizar trabajos.

            Vendía periódicos. En aquel entonces los periódicos locales salían a las 6 de la tarde y los canillitas recorrían las calles voceando su periódico. Así conoció la casa de su Maestro, quien se volvió su principal cliente.

            En el colegio le gustaba marchar y recitar poesías. Allí sí era disciplinado. No se hacía la vaca y siempre estaba estudiando la lección, pero de una manera muy sui generis, propia de él.

            Convertía la lección en un partido de fútbol, con toda la emoción, Alto Amazonas le pasa a Marañón, Marañón le pasa Loreto, Loreto le pasa a Ramón Casilla, Ramón Castilla le pasa a Maynas, Maynas le pasa a Putumayo, Putumayo le pasa a Requena, Requena le pasa a Ucayali y gooool. Las provincias del departamento de Loreto  ya no se le olvidaban.

            Cada Fiestas Patrias llegaba de Lima una feria que se instalaba en la Plaza 28 de Julio. Había tómbolas, quina, tiro al blanco, rifas, etc. pero lo más llamativo era la ruleta que al girar encendía alternadamente sus luces de colores.

            Quien manejaba la ruleta era un maestro en el arte de atraer al público y si caía en una figura siempre tenía una frase para ella: La culebra tal y verde, póngale que nunca pierde; Celín Celín Celidonio primo hermano del demonio, y si salía la bruja el tipo gritaba mi suegra.

            A estas frases Pedro le puso música y lo cantaba al compás de valses criollos y en la casa todos disfrutábamos de su ingenio.

            Era aún muy joven, 12 años, cuando alguien le dio una guitarra. Yo soy músico pero ninguno de mis hermanos quiso estudiar música. Pedro con su guitarra vieja se sentó en una silla en la calle y se amaneció tocando la guitarra. Al día siguiente ya sabía tocarla a la perfección. Así era su carácter.

            A los 15 se escapó de la casa con su guitarra y regresó después de tres meses. Contó que había visitado muchos pueblos y se lo había pasado bien.

            En el barrio había un muchacho de su edad que formó una orquesta con mi hermano como guitarrista. Le decían El Oso. Le animó a realizar una gira.

            Realizaron varias giras. Una fue a Yurimaguas donde fueron contratados para amenizar el Gran Baile Social por el Aniversario de la Fundación de la ciudad. Ocurrió que para el Gran Desfile  Cívico, Escolar y Militar, se presentó la Banda de Músicos de la Fuerza Fluvial del Amazonas. Mi hermano Enrique era miembro de la Banda. Él nos contó el desastre: la corriente eléctrica era muy fluctuante por lo que los equipos electrónicos de la Orquesta estaban regulados por un equipo especial, que sin embargo, debía ser operado manualmente. Para ello había un encargado de la Municipalidad. Cuando subía la corriente lo regulaba, cuando bajaba mucho lo regulaba, de manera que todos los equipos pudieran funcionar normalmente. Pero el encargado estaba enamorado o, quizás, la música era muy contagiosa, lo cierto que el encargado se puso a “tonear”. Se produjo un pico muy alto y se quemaron todos los equipos electrónicos de propiedad de la Orquesta de mi hermano Pedro. Se acabó la fiesta.

            Enrique encontró a Pedro sentado en la vereda rumiando su pena.

            Pedro nunca nos contaba lo que ocurría en sus giras pero en una reunión por su cumpleaños en Lima, en casa de la tía Marta Moreano, los otros jóvenes integrantes de la orquesta contaban  todas las penalidades que sufrieron y se mataban de risa. Solo Pedro no se reía.

            Contaban  lindezas como:

  • ¿Te acuerdas Pedrito? Cuando llegamos a Tarapoto, primer día Hotel, segundo día bancazo en la Plaza de Armas.
  • Cuando fuimos a cobrar encontramos en el camino un tronco de papaya, las frutas estaban pintonas, volvimos a la casa para tajar la cáscara para que suelte la leche y madure más rápido. Cuando llegamos resulta que el contratista había viajado a Iquitos. No importa – dijimos – vamos a la casa a comer papaya verde. Volvimos a la casa y no había ni una sola papaya. La mujer del Oso se los había comido toditas.

            Una de sus orquestas se llamaba Los Silver’s y grabaron dos discos de 45 rpm: Por una varita de caña y Muchachita.

            Pedro se afincó en Lima con su esposa Nancy y sus hijos, Antonio, Jessica y Ricardo.

            Se dedicó a la Imprenta. Tuvo su propia empresa de impresiones y siempre tenía encargos, sobre todo para tarjetas personalizadas de Navidad y polladas.

            Varias veces fueron contratados para trabajar en Uchiza. Parece que festejaban mucho allí que se daban el lujo de llevar orquestas tropicales de Lima.

            Una vez, cuando regresó de su gira, me convidó choclo cocido que había traído de allí. Choclos enormes y dulces.

            Luego de lo cual regresaron todos a Iquitos, el origen de toda la historia y se quedarán allí para siempre.

            Cuando recuerdo a Pedro me pongo a pensar, quizás él hizo lo que todos hubiéramos querido hacer, pero nunca nos atrevimos.

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