En temas del amor, lo más prudente es mantener la boca cerrada. El ser muy expansivo y minucioso puede resultar contraproducente y, a la larga, afectar tu matrimonio.
Eso no lo sabía nuestra amiga Profesora de nombre Reina, quien le contó a su esposo una aventura juvenil y él jamás se lo perdonó. Al final ella perdió la cabeza, se volvió demente, quizás como una manera de evitar el rencor.
Nos acostumbramos a vernos siempre los mismos rostros en las fiestas y reuniones familiares en los que las parejas de esposos se mantienen siempre unidos y las parejas de enamorados culminan en el matrimonio. Nos causa asombro y pena que no ocurra así.
Mientras todas las damas de nuestro círculo de empleados de la Cervecería Backus hacían buenas migas, había una sola excepción: una señora joven que parecía estar siempre de mal humor y no se hacía con ninguna de las damas.
Llegando incluso al maltrato: en un matrimonio en el que estábamos presentes todos los del grupo, el esposo, empleado de Backus, se sintió tan bien que pidió a unos amigos, sobre todo a uno que tenía carro, que le acompañen a su casa en el Centro de Lima para traer a su esposa a la fiesta. No sólo no vino ella sino que él se tuvo que quedar en su casa sumamente abochornado. Ellos estaban sorprendidos por los gritos de ella.
No causó entonces sorpresa que el amigo buscara conocer a alguien más. Sus compañeros de Sección la llamaban burlonamente a esa nueva dama que no conocían, la “virgen del cerro”. Supongo que vivía en alguna parte elevada de Lima. Cuando su esposa lo supo le botó de la casa y él se fue feliz a vivir con la otra. Lo triste fue que cuando su esposa vino a la fábrica a informar del fallecimiento de su hija de 9 años de edad, nadie sabía dónde vivía el Tecnólogo y no le pudieron avisar hasta que regresó de sus tres días libres. Muy triste.
Una pareja de enamorados muy afines, ella bien educada, alegre y juvenil era amiga de todos nosotros. Un buen día el novio fue a una fiesta de las que organizaba mi tocayo Jorge Villar, conoció a una zamba y en menos de tres meses se casaron. Se había olvidado de su novia con la que estuvo varios años. Al poco tiempo el flamante esposo comenzó a engordar. Al parecer, la dama, nunca la conocimos, era experta en la cocina criolla que nunca fue una buena opción para mantener la línea. Fue una pena porque perdimos a una buena amiga.
Mi tocayo, dicen que “desde chiquito ya organizaba fiestas”, le encantaba organizar fiestas de todo tipo, fiestas para familia y fiestas para “canal dos” en las que estaba prohibido llevar esposa, novia o hermana. Él se encargaba de proveer el elemento femenino, nos decía siempre que son chicas de dos Institutos. Bueno, como relacionista público era formidable, vendió Ataris a todo Backus menos a mí porque yo sabía computación y tenía mis propias computadoras.
A una de estas fiestas asistió Micky Casafranca quien estaba de novio con una dama a la que él llamaba “la reina de la chatarra” porque su nombre era Maricarmen, el cual era, según dicen, el nombre del personaje de la telenovela. En esa fiesta a Micky se le prendió una morena y él no sabiendo qué hacer para escapar del asedio se tiró a la mesa “borracho” y nada que hacía la chica lo podía “despertar” así que se fue para otro lado, momento que él aprovechó para tomar las de Villadiego. Micky y Maricarmen se casaron en la Parroquia Santa María Magdalena habida cuenta que él era exalumno agustiniano y vecino del barrio. Linda la boda.
En La Oroya los empleados no profesionales viven en unos edificios de varios pisos y en todas las fiestas que realizaban éramos los Ingenieros los primeros invitados, lo cual es normal porque había muchos Ingenieros solteros y alguno tenía que picar.
Una chica de 15 años se hizo mi amiga y todo el tiempo en la fiesta quería conversar o bailar conmigo porque estaba enamorada de mi compañero. En cierta oportunidad me planteó en forma bien clara:
- Jorge, tú eres mi amigo, dile pues a Pipo que esté conmigo.
En verdad que me puso en un problema y no sabía qué hacer. Conocía a la novia de mi compañero en Huancayo y sabía que su compromiso era formal, pero tenía que dar una respuesta a mi amiga, de manera que se lo dije:
- Pipo la chica insiste y quiere una relación. Es mi amiga.
- Jorge ¡tiene quince años! Además mi compromiso es firme y ya estamos para casarnos.
- De acuerdo, ya veré qué le digo para calmar su vehemencia. En verdad le tengo mucha simpatía.
Cuando la volví a ver le dije que él piensa que aun eres muy joven y todavía no sabes lo que es el amor. Que con el tiempo lo entenderás mejor.
Continué, tú debes dedicar todos tus esfuerzos a tus estudios y alcanzar una carrera profesional con la cual habrá oportunidades en las que más de una persona buscará acercarse a ti y puedas así realizar tu sueño.
Espero haberlo hecho bien y sobre todo haberla ayudado.
Por mí no había problemas, nunca me quité el aro de mi mano y en todas partes hablaba de mis hijas mellizas recién nacidas y mostraba las fotos que me enviaba Judith, mi amada esposa. Sus colegas le aconsejaron que me compre un grueso anillo de oro incaico para ocultar mi aro y así no tuviera que sacármelo nunca. Nunca me lo he sacado y menos ahora. Por si les queda dudas, me gusta estar casado aun cuando ella ya no lo sabe.
En las fiestas de Backus asistía siempre mi colega Enrique con su esposa y dos sobrinas señoritas y una amiga de las chicas. A las sobrinas las presentaban siempre con un preámbulo, pobrecitas, a su papá le asesinaron. El objetivo era relacionarlas con algún soltero de nuestras filas, pero uno de ellos comenzó a interesarse no en las sobrinas sino en la amiga por lo cual dejaron de llevarla a nuestras reuniones. Pero “el mal” ya estaba hecho. El Ingeniero Luis Alberto la buscó la enamoró y se casó con ella. A la boda vino la mamá de Luis Alberto desde Iquitos y se lució al presentar una fuente de congompes loretanos, caracoles gigantes, al sillao. En tiempos en que no se conocía la palabra chef ni el término comida gourmet, ella rompió todos los moldes.
Pero, así es el amor y nos consta a todos los enamorados.