Dos amigos que eran muy unidos hicieron un pacto: Si uno de los dos se muere, al fallecer el otro iría a buscarlo en el más allá para seguir con su hermosa amistad.
Se murió uno de ellos y fiel a su pacto, cuando le tocó al otro, este se fue directo al cielo.
Pensando que su amigo también estaría en el cielo fue donde san Pedro y le preguntó por su amigo. San Pedro se puso a buscar en el Libro de la vida y no lo encontró. Muy apenado le dijo que lo sentía bastante pero su amigo no estaba en el cielo. Le dio un pase para que fuera a buscarlo en el purgatorio.
Al llegar al purgatorio preguntó por su amigo al Ángel de la bola de oro. El ángel busco en su libro y tampoco lo encontró. Triste le dijo que lo más probable es que su amigo se haya portado muy mal y se fue de frente al infierno. Le dio un pase para que lo busque en el infierno.
En el infierno preguntó al diablo si su amigo se encontraba alojado allí. El diablo, feliz, lo buscó, lo buscó y nada. Desanimado el diablo porque se le escapaban dos almas, le dijo que san Pedro ya está viejo y no ve bien, dile que lo busque nuevamente en su libro.
Llegado de nuevo al cielo, tenía pase, le dijo a san Pedro su problema. San Pedro revisó dos veces el libro y nada.
Por fin, cansado, preguntó al nuevo inquilino:
Dime, hijo, ¿qué hacía en la tierra tu amigo?
Era abogado san Pedro.
¡Válgame Dios! ¿Qué tú no sabes acaso que los abogados no tienen alma? Tu amigo no está ni en el cielo ni en el purgatorio ni siquiera en el infierno.
Una antigua tradición loretana lo constituye el Pastoral. Por muchos años fue la principal diversión en la época navideña.
En vez de haberlo constituido en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad está prácticamente desapareciendo de nuestra vida aunque nunca de nuestro corazón de quienes lo compartimos.
Era nuestra propia concepción amazónica del conjunto de pastores que acudieron a adorar al Niño Dios.
Algunos Pastorales eran muy reconocidos en nuestra sociedad y se les invitaba para realizar su presentación en sus amplias casas donde habían armado un Nacimiento grande.
La mayoría de los “pastores” eran “indios” con corona de curacas que habían sido confeccionados con plumas de aves de la selva, principalmente guacamayos. Danzaban haciendo sonar su tambor de cuero curtido de algún animal de la selva, tal vez otorongo o puma, o quizás huangana.
Los tambores se tocaban con una baqueta de rama de limón, palo duro de fácil manipulación.
Los atuendos más vistosos eran de los adultos que como tenían dinero y amistades que recorrían los ríos, podían conseguirlos, adornados, además con unos espejitos en forma de estrella que no se conseguían en las tiendas de Iquitos. Nunca supe de donde lo traían.
Desde el mes de noviembre se comenzaba a determinar los personajes y a ensayar los cantos y la danza.
Salíamos en la noche del 24 de diciembre y la tarde del 25, Navidad; el 31 de diciembre y la tarde del 01 de enero, Año Nuevo; y finalmente, la noche del 05 de enero y la tarde del 06, Reyes Magos.
El presidente Belaunde suprimió el feriado del 06 de enero y se acabaron los Reyes Magos. Espero, sinceramente, que Melchor, Gaspar y Baltasar nunca le hayan dejado un regalo a ese presidente.
Precedía la marcha por la ciudad, la Guía. Era la joven más grande y más bonita, una señorita bien engalanada, un ángel con espada. Danzaba a los sones de los cantos de las pastoras:
Guía, guía, guía
guía más allá.
Ha llegado el gozo
de la Navidad.
Otro personaje también importante era la Ucuchí, una danzante también señorita vestida con un atuendo típico de la sierra. Durante su presentación danzaba una especie de huayno que más bien parecía chimaychi, cantando en “quechua” o tal vez algún dialecto selvático:
Uchuchí, ucuchí,
apawampi ambichí.
Antes que se inventara la palabreja esa de la integración, el Pastoral ya había incorporado a la sierra y a “los negritos”. Dos niños vestidos con colores chillones rojo y verde, con la cara tiznada y un cucurucho en la cabeza.
El grueso de los pastores lo constituían “las pastoras”. Conjunto de chicas, niñas hasta adolescentes, ataviadas con vestido largo y la cabeza cubierta por un manto, tal como se ve a María en algunas imágenes antiguas. Su voz aguda resonaba por las calles y en los salones:
Vamos pastores, vamos
vamos a Belén,
a ver a ese Niño
que ha nacido ya.
Sí, sí, sí,
la gloria del Edén.
Sí, sí, sí,
la gloria del Edén.
O, también:
Subiendo los cerros,
vamos, vamos,
subiendo los cerros,
vamos, vamos.
Con tal que veamos
al Niño Jesús.
con tal que veamos
al Niño Jesús.
Cuando nos tocaba cantar lo hacíamos con voz ronca:
Nos llevéis a tu indio,
nos llevéis a tu indio,
nos llevéis a tu indio,
y a tus pobres negros,
nos llevéis a tu indio
y a tus pobres negros.
Y a tus pastoritas,
y a tus pastoritas,
nos llevéis a tu indio,
y a tus pobres negros,
nos llevéis a tu indio
y a tus pobres negros.
En Año nuevo repetíamos lo de la Navidad, pero en la Fiesta de los Reyes Magos la cosa era diferente, se conseguían tres jóvenes que representaban a los Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, ricamente engalanados con espada, capa y corona. La selva no es pródiga en jóvenes de color por lo que a Baltazar tenían que tiznarlo. Cada uno llevaba un cofre donde se supone que llevaban oro, incienso y mirra, como dones para el Niño Dios. Cada rey declamaba un saludo al Niño y ofrecía su “regalo” al recién nacido. Eran los mejores actores del medio.
“La ley es un precepto establecido en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia, cuyo incumplimiento conlleva una sanción. En general, las leyes son normas que regulan la convivencia social de una nación”.
Fuente: Wikipedia La enciclopedia libre.
Si nos ponemos a pensar, únicamente los ciudadanos de a pie cumplimos la ley y pagamos nuestros impuestos que se utilizan para pagar los sueldos de todos los demás.
Basta que tengas un uniforme, militar o policía, para que la ley te importe un pepino, sea cual sea el rango que tengas.
También las autoridades, municipales, regionales o nacionales “tienen” los mismos privilegios, al igual que los miembros del Poder Judicial y el Ministerio público, quienes también se arrogan de estos “privilegios·.
Cualquiera de ellos puede manejar en sentido contrario o torcer por donde no está permitido o estacionarse en zonas prohibidas.
Todo el tiempo los periodistas dan cuenta de estos actos que ponen en peligro la vida y la salud de las personas pero que no reciben sanción alguna. Solamente a nosotros nos ponen papeletas por la cosa más mínima.
En la época en que muchos viajaban a Tacna para traer contrabando, me contaron que vieron a una señora que mostraba al policía del control, el carnet de su esposo teniente del ejército y la dejaban pasar tranquilamente con su mercancía. Los demás tenían que pagar las “cuotas obligatorias” (coimas).
En la época del toque de queda impuesto por el gobierno militar, si ibas a una fiesta tenías que quedarte hasta las seis de la mañana para poder salir. En una fiesta familiar en San Juan de Miraflores, mi prima Isabel me dijo que ellos ya se retiraban, era las dos de la mañana. Le dije que no podían salir porque estamos con toque de queda. Su esposo se adelantó para decirme “Sí podemos, soy de la PIP (Policía de Investigaciones del Perú)”.
Es decir, si eres policía la ley te importa un pepino.
Llevaba en mi carro a unos policías de investigación por la avenida Brasil y el policía me dijo para voltear por Javier Prado. Le dije que estaba prohibido. “Voltea nomás, yo me encargo”. Hizo la señal de voltear hacia la izquierda y le hizo adiós al policía de tránsito.
Se cuenta que el General Odría, Presidente golpista y luego Presidente Constitucional, solía decir: “Para mis amigos, todo: para mis enemigos, la ley”.
Frente a la antigua escuela de la PIP en la avenida Aramburú hay un restaurante posiblemente regentado por algún miembro de la policía. Nos cupo el horror de acudir a ese lugar una vez cuando mi nieta Andrea era pequeña y estaba delicada de salud. Al regresar de la Clínica Ricardo Palma ella manifestó tener hambre y quería algo simple: arroz con huevo frito. Me acordé de ese lugar que está ubicado en el camino a su casa. El plato que nos sirvieron era una porquería. Le reclamé a la dueña y se mostró muy amargada, parecía estar “protegida” por los policías. Vi que su sartén era un recipiente abollado y por lo mismo imposible de ser lavado y el aceite utilizado estaba sucio. Más asustado que molesto pagué y nos retiramos cuando en vez de eso debí lanzarle su comida a su cara.
Recordamos que durante la dictadura militar se prohibió por decreto utilizar ollas y sartenes abolladas, platos quiñados y vasos rajados en los restaurantes.
Nuestra nieta siempre fue para nosotros una persona sagrada y la cuidamos con esmero. La llevé a su casa, preparé arroz y le freí su huevo como le gusta, con la yema suavecita. Pero arroz recién hecho y el huevo frito a la inglesa, una delicia. Andreíta repitió.
La ley debemos cumplirla todos así tangamos uniforme o un cargo público, y tenemos que cumplir todas las leyes no solamente las que nos conviene o nos parece fácil de cumplir.