Cuando trabajaba en la Cervecería Backus y Johnston S.A. había un colega bastante especial. Se le conocía por el mote de “El Loco Eduardo”.
Aunque según Manuel Siña era “loco vivo”. Es decir sumamente ávido de dinero y capaz de trapacerías. Siempre estaba tratando de obtener algo de las personas que se relacionaban con él. Como sabía inglés se le encargaba explicar en ese idioma a los visitantes extranjeros que venían al Laboratorio Central. Al terminar su exposición, a los que se acercaban a mirar lo que hacía en su mesa de trabajo, les decía “Give me one dollar”.
Tenía carro, de manera que viajó con su esposa a Huaquillas, Ecuador, no precisamente para hacer turismo sino para traer contrabando que luego nos vendía a los compañeros de trabajo. Además, a la ida y al regreso hacía “colectivo”, es decir recogía pasajeros.
Se fueron a Europa para hacer turismo, y me trajo un extraordinario juego de Lego de Holanda, con el cual se podía armar un tren con ruedas y conductor. Mis hijas estaban encantadas. No existía en el Perú. Se lo compré de inmediato.
Cuando le enviaron a trabajar en la Cervecería San Juan de Pucallpa, recibió la visita de su esposa e hijo. Pero se servían un solo menú, el que le correspondía a él: Uno comía la entrada, el otro la sopa y el tercero el segundo. Podía haber pagado por dos menús más, pero decían que no tenían mucho apetito por el calor agobiante de la Selva Peruana. Pero en la noche asaltaban la despensa y la cocina del Hotelito y se comían bistec, chorizo, pan, bebidas, jugos enlatados, galletas, etc. Loco vivo.
De pronto comenzó a venir seguido al Laboratorio de Embotellamiento, mi Asistente, el gordo Acosta, me preguntó qué hacía el Ingeniero Eduardo en Embotellamiento. Le dije al tun tun, “Está en una cura de desintoxicación mental”.
La siguiente vez que le vio le preguntó cómo le iba la cura de desintoxicación mental. El loco se molestó y le reclamó. El gordo Acosta para salirse del paso le dijo “¿Ahí no está diciendo el Ingeniero Suárez?”.
El loco me llamó desde el Laboratorio Central de modo muy airado. Le dije simplemente: “Esas cosas no las hablo por teléfono, sino personalmente”.
Hecho un basilisco se presentó en el Laboratorio de Embotellamiento y se puso a gritar. En realidad me divertía. Le dije:
- Mira, si no te calmas te voy a decir lo que nunca nadie jamás se atrevió a decirte.
- Atrévete si eres hombre – Fue su respuesta de desafío. Así que se lo dije:
- ¡Persona decente!
Lo descuadré. Él pensaba que yo estaba peleando, pero nunca he peleado con nadie. Mi esposa me lo tenía prohibido.
Alzó los brazos al cielo en señal de impotencia, se relajó y me dijo “Estás loco”. Y se fue, ya tranquilo. De alguna manera habrá entendido que entre colegas nunca debe haber fricciones y, menos aún, peleas.