El desarrollo de la enfermedad de mi amada esposa fue gradual aunque muy rápido. De hecho, se produjo de manera precoz: normalmente ocurre en personas de ochenta años y ella recién los va a cumplir este año. Supongo que haremos fiesta.
Siempre he cuidado la medicación de toda la familia y en el caso de ella no fue la excepción. Pero al mediodía, hora de almuerzo, ella no tenía medicación. No le tocaba ninguna medicina. Generalmente es en el desayuno y en la cena, aunque en estos dos últimos años su medicación se le da solamente en la cena, para dormir durante toda la noche.
Eran tiempos en que Maria Judith solía actuar con bastante normalidad, pero bajo constante supervisión.
Yo, en cambio, desde que tuve el infarto en noviembre de 2013, debo tomar medicinas en el desayuno, almuerzo y cena, durante toda mi vida.
De esta manera, en el almuerzo debo tomar 1 tableta de Aspirina y 1 tableta de Clopidogrel.
La aspirina (ácido acetilsalicílico de 100 mg) y el Clopidogrel de 75 mg son para evitar la formación de coágulos en los vasos sanguíneos, que podrían ocasionar un infarto. Soy, por lo tanto, muy cuidadoso en el cumplimiento de las indicaciones médicas.
En una oportunidad bajé al comedor con mis dos pastillas. Mi amada esposa estaba sentada a mi derecha, ella debía ponerse cerca de la cabecera de la mesa para atender a nuestra nieta Andrea, quien desde bebita ocupaba la cabecera (mi antiguo lugar) en la mesa para poder ver la televisión mientras almorzaba.
La medicina debía tomarla al terminar mi almuerzo. Justo al terminar sonó el teléfono que está en el segundo piso, subí a atender la llamada no sin antes poner las pastillas lo más lejos posible a mi izquierda y hacia adelante, escondiéndolas de mi esposa, por si acaso.
Cuando bajé, María Judith me informó muy oronda y satisfecha, con una sonrisa de oreja a oreja:
- “Ya tomé mis pastillas” – La miré sorprendido de su total seguridad.
- “No tienes pastillas a estas horas” – le dije, y ella muy suelta de huesos retrucó:
- “Si estaban aquí en mi sitio”.
Ya dije en un artículo que la mujer nunca tiene la culpa de nada, ahora debo añadir que tienen una respuesta para todo.
La miraba sorprendido de su total seguridad y ella me sonreía, sabiendo que su sonrisa me desarma todo. Después de todo, Dios la puso en mi lado para llevar mi vida.
Dios bendiga a las mujeres.
