Había en Iquitos un empresario que era todo un ejemplo de creatividad e ingenio, aunque, me parece, no lo valoraban de ese modo.
Fabricaba los barquillos para helados y los vendía por cajas a todos los heladeros de la ciudad y otros lugares, exceptuando, claro está, a los heladeros artesanales de aguaje que los vendían en tres puntos de la ciudad: La esquina de Napo con Raimondi, esquina de Brasil con Lima y en la esquina del Cementerio, estos eran barquillos artesanales hechos a mano, dulces y con sabor agradable. Los barquillos que fabricaba el empresario eran barquillos comunes sin dulce ni sabor y solo servían para poner el helado y comerlos así.
El empresario que mencionamos tenía su casa en la calle Napo, primera cuadra y en una oportunidad puso una heladería moderna en la cuadra 3 del jirón Lima (ahora se empeñan en llamarla Próspero, denominación que le puso el gobierno militar). La tienda se llamaba Heladería Tipila, derivado del nombre del empresario Tito Pinedo Lazo. La novedad era que además de los helados ya conocidos tenía una moderna máquina automática de hacer helados de crema.
Este negocio no tuvo tiempo de envejecer, al poco tiempo un voraz incendio arrasó con toda esa parte de las tiendas. Dijeron que el incendio se originó en una tintorería de unos italianos que tenían su negocio a la vuelta, en la calle sargento Lores.
Los negocios nuevos no suponen que puede ocurrir un accidente en el momento menos pensado o, quizás, luego de instalar la nueva tienda no les queda más dinero para comprar un seguro. Los negocios que ya tienen muchos años, generalmente tienen un seguro contra incendios, como el “chino” de la bodega de al lado que les decía a las personas que trataban de sacar las cosas a la calle:
- No sacal nada. El segulo pagal todo.
Los demás negocios al poco tiempo, ya reconstruidos, continuaron atendiendo, pero la heladería había invertido todo y lo único que el señor Pinedo logró sacar a la calle fue la máquina de helados de crema que estaba junto a la entrada.
La siguiente vez que lo vi, había puesto un quiosco de madera en la calle en la esquina del Mercado Belén, esquina de Lima con 9 de diciembre. Se llamaba Jugos Tipila, y allí podías encontrar jugo de frutas helado (en la Selva toda bebida debe ser helada), helado de crema o el gran invento: Jugo Carlota, jugo de frutas con una buena porción de helado de crema y batido en una licuadora. Muy rico.
Nunca supe quién era Carlota, si su mamá, su esposa o su hija. Jamás escuché a nadie mencionar a su familia, de manera que no sé más.
Pero al poco tiempo la Heladería La Favorita del jirón Lima cuadra cuatro, nos ofreció una Carlota: En un vaso alto, tres bolas de helado Imperial (vainilla) y gaseosa Inca Kola, con cucharilla larga y cañita. Era verdaderamente deliciosa.
Todos en la familia nos aficionamos a la Carlota y toda vez que podíamos, donde quiera que nos encontráramos pedíamos en la heladería vasos altos con tres bolas de helado de vainilla y un litro de Inca Kola, con cucharillas largas y cañitas. Nadie entendía nuestro gusto pero nos atendían y nos miraban sorprendidos disfrutarlo. Solamente en Iquitos saben lo que es una Carlota, por eso en Lima jamás lo pedimos con ese nombre en las heladerías porque no saben de qué estamos hablando.
Solamente en Chosica, el dueño de la heladería, moviendo la cabeza en sentido negativo, nos dijo mientras nos atendía:
- El cliente siempre tiene la razón. En fin.
En nuestra casa lo preparamos todo el tiempo. La ventaja es que con la cucharilla larga puedes ir comiendo el helado mientras sorbes el jugo con la cañita. Es una verdadera delicia que puede volverse una adicción. Pero qué rico es disfrutar de la vida en familia.
Lo puedes probar, te aseguro que lo vas a disfrutar intensamente.