327 LAS INCONSISTENCIAS DEL AMOR

            El amor es, por definición, un sentimiento de afecto universal, es decir de aprecio hacia algo o alguien que nos agrada mucho.

            Quienes deciden formalizar su relación entran en una etapa de inicio de responsabilidades compartidas y ponen a prueba su temple y la fuerza de ese sentimiento llamado amor. Si logran capear los temporales estarán más que preparados para dar ese gran paso al que todos aspiramos: unirnos en matrimonio para toda la vida.

            Fuente: Nuestro Amor, Una historia de la vida real, libro digital del autor.

            Esto significa simplemente que quienes contraen matrimonio lo hacen para toda la vida y son desde entonces una sola realidad. Cualquier situación diferente es nada más que imitación pobre del amor y quienes participan de ello suelen estar equivocados desde el principio.

            En el mundo que conocemos  se da el amor como única realidad y ni la muerte o la enfermedad puede hacernos titubear: Nos casamos y nos amamos por toda la vida.

            En el mundo norteamericano le dan muchísima importancia a las tradiciones y formalidades: El pretendiente se tiene que poner de rodillas, delante de público, y con el anillo de compromiso en la mano para pedirla en matrimonio. El notario los casa de acuerdo a fórmulas rituales que termina en “En virtud del poder que me otorga el Estado de California, los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia”.

            En el medio del ritual repiten una y otra vez “en la salud y la enfermedad” y “para toda la vida”. Lo malo es que “para toda la vida” les dura escasamente tres meses.

            Es por ello que hay tanto gringo que es ex o tiene ex. Algunos famosos tienen cuatro o cinco matrimonios e igual número de divorcios. El sufrimiento es mayormente para los hijos, tanto que hasta se cuentan chistes: “Tu papá es genial – le dice un chico a su amigo – el año pasado lo tuve yo”.

            Lamentablemente en nuestro mundo está también ocurriendo algo así, y no solamente en el mundo mediático, donde dicen muy sueltos de huesos “se acabó el amor” para justificar su separación, sino también en familias cercanas a nosotros. La realidad no es que se haya acabado el amor sino que nunca hubo amor, porque el amor nunca se acaba.

            En Iquitos, mi concuñado se separó de su mujer para irse con una vieja que tenía un cuñado que era fiscal. Un día que pasábamos con mi enamorada por la calle, se acercó una niña de unos 8 años y le metió un puñado de papeles en el escote de la espalda de mi enamorada. Todo sorprendidos no reaccionamos, seguimos nuestro camino, limpiándola.

            Al día siguiente mi enamorada recibió una citación del juzgado acusándola de haber golpeado a una menor. Acusación falsa pero que produjo una situación de aflicción en ella. Pidió permiso en el colegio y la llevé a pasear a Nanay para tranquilizarla. Allí me dijo que a la vuelta de la casa hay un abogado que dicen que es bueno. Fuimos a verlo y al leer el nombre del demandante dijo “este zambo, va a recibir su merecido”.

            Fuimos al juzgado y el doctor nos dijo: quédense junto a la puerta. Ingresó, habló con el fiscal y le vimos que apuntaba con un dedo amenazador al mal funcionario. Regresó y nos dijo “Vamos, ya quedó en nada. El zambo ha retirado la demanda”. Nunca supimos qué le había dicho pero jamás se volvió a meterse con nosotros. Nuestro abogado era bueno de verdad.

            La señora Mary, una paisana y residente en la nueva urbanización escribió una carta a mi cuñada para avisarle que su esposo había ido a ver la casa que los esposos estaban comprando en Vista Alegre. Esa misma semana mi cuñada agarró a sus hijos y viajó a Lima a recibir la casa que habían comprado y allí viven desde entonces. Años después mi concuñado volvió al nido como el perro apaleado con el rabo entre las piernas.

            Mi tío José, apenas se volvió millonario en Iquitos se hizo de una querida y mi tía Manuela, hermana de mi madre tuvo que batallar para que la otra no se quedara con todas las cosas. Y eran muchas cuestiones de valor.

            Mi otro concuñado embarazó a una compañera de trabajo y se fue a vivir con ella.           En Iquitos hay muchas maneras de ir de la casa donde vivían a su trabajo pero cínicamente pasaban por nuestra calle sabiendo que la suegra estaba siempre a esa hora en la ventana viendo pasar a la gente. Pasaban cogidos de la mano para hacer más oprobiosa su falta. Me dolía ver a mi suegra mirándolos fijamente, sin pronunciar ni una sola palabra ni hacer ningún gesto, casi como una estatua de piedra. La llegué a querer como a una madre, habida cuenta que ayudó a su hija a criar a nuestras hijas mellizas.

            ¿Cómo pueden ser tan indolentes y brutales estas personas? ¿Nunca les dieron educación (valores)? ¿No tuvieron padres? ¿Nada ni nadie les importa?

            Después mi concuñado se recibió de periodista y consiguió trabajo en Pucallpa. Fueron entonces a residir allí, menos mal.

            Felizmente nuestros padres y nosotros mismos tenemos matrimonios sólidos que ni  un huracán lo puede sacudir. Felizmente. Tampoco hay huracanes acá, y en Iquitos solamente el ventarrón de santa Rosa que no afecta a los matrimonios pues solamente es un fenómeno meteorológico.

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