Don Emilio Salinas era un funcionario de la Cervecería Backus con el cargo de Jefe de Bodegas y muy apreciado por los gerentes. Un trabajador antiguo y con las leyes antiguas de trabajo cuyo beneficio por tiempo de servicios superaba el millón de soles, aparte de un sueldo elevado.
Se tomó unas vacaciones y viajó con su esposa en un periplo impresionante: Fueron a Santiago, Buenos Aires, Rio de Janeiro, Caracas, Bogotá y Quito, para regresar a Lima.
Muy poco contó sobre su viaje, aparte de muy bonito todo. Solamente en Caracas les ocurrió algo completamente fuera de lo normal que les produjo sobresaltos.
Fueron temprano al mercado y en una juguería vieron frutas de todos conocidas y lleno de entusiasmo don Emilio pidió:
- Señora, deme un jugo de papaya.
- ¿Qué cosa? ¿Qué se ha creído usted so atrevido?
La morena que atendía la juguería era alta, voluminosa y estaba furiosa. Don Emilio estaba de verdad asustado. No comprendía la razón de tanta furia y encono.
Haciendo un supremo esfuerzo y acto de presencia, que en la fábrica se la pasaba gritando a sus subalternos, le dijo señalando una papaya:
- Señora, deme usted un vaso de eso.
La mujer en cuestión cambió de actitud y con una gran sonrisa en los enormes labios le dijo:
- Ah, señor, lo que usted quiere es un “batido de lechosa”. Ha de saber usted que la papaya es la parte más noble de una mujer.
Ni ellos ni nosotros sabíamos que en Caracas, Venezuela, la fruta más difundida en todo el mundo tuviera otro nombre que no fuera papaya y que el término papaya fuera algo impronunciable. Situaciones que son para escarmentar y jamás volverlos a vivir.
Batido de lechosa, qué cosa más absurda.