311 LA PUSANGA

            Siempre me ha intrigado cómo la gente le atribuye a determinadas cosas, fuerza o capacidad para alcanzar límites insospechados en cuestiones relacionadas al amor.

            Me refiero al amor mundano, ese que solamente busca deleitarse en la relación carnal, completamente alejado del amor, ese sentimiento especial hacia una persona que solamente es posible alcanzar a partir del conocimiento y el trato cotidiano y amistoso.

            La pusanga se asume que es un preparado exótico que se dice que proviene de la selva más profunda de nuestra Amazonía, producto de conocimientos ancestrales sobre la botánica herbolaria.

            Se cuenta que con un poco de esa sustancia enmascarada en tu perfume personal puedes hacer que el objeto de tus deseos lascivos caiga a tus pies.

            Nada más falso, no existe ninguna sustancia en el mundo que pueda lograr que alguien, una persona, que no te conoce, te siga y sienta un impulso muy fuerte de estar contigo. De existir ese producto el mundo sería un caos, superior al COVID-19.

            Pero nadie más interesado en la pusanga que los fuerinos que escuchan maravillados, atontados diría mejor, a los loretanos que les cuentan historias fantásticas de la Selva.

            Quienes no son loretanos tienen creencias absurdas sobre la vida en Loreto. En primer lugar piensan que Loreto es la Selva de Tarzán y por donde vayas te vas a encontrar con un león o un gorila, cuando no con un elefante. Si tienen que viajar a Iquitos van con traje de cazador, casco de explorador y botas altas. No se permite subir al avión con un machete, de lo contrario lo llevarían para abrirse paso en la “selva enmarañada”.

            En segundo lugar se cuentan entre ellos que en Loreto estamos a las ocho de la mañana esperando que caiga el pan del árbol para tomar desayuno.

            Todo loretano que conocen “ha peleado” con un otorongo, con un cocodrilo o con una boa de 10 metros de largo.

            Escuchan embelesados estas historias y, siempre, invariablemente, preguntan por la pusanga. Nada les satisface más que oír estos cuentos libidinosos.

            En la Cervecería Backus trabajaba en las Bodegas de cerveza un obrero de Iquitos a quien los otros trabajadores miraban con admiración porque les contaba “historias personales” con la pusanga. Les enseñaba un frasquito pequeño, color caramelo, pero no les permitía tocarlo. Les decía que podían hacerle perder su efecto.

            Siempre que coincidía en mi turno, un empleado de Bodegas se sentaba a mi lado en la mesa del comedor, y mientras comíamos nuestros alimentos comenzaba a averiguar sobre la pusanga. Decía que el “Charapa” les contaba que estaba saliendo con una Fly Hostess; y siempre sus “víctimas” eran Fly Hostess, en aquel entonces eran damas de elevado nivel personal. El empleado decía que era cierto, que le llamaban por teléfono chicas bellísimas de alto nivel, aunque no sé cómo hacía él para saber que quien llamaba al teléfono era una mujer bellísima y de alto nivel, pero en fin. Y no se explicaba cómo el “Charapa”, un obrero sin educación, con una voz gruesa y desentonada podía conquistar a tales damas, sino fuera por la dichosa pusanga.

            En el Mercado de Belén, en Iquitos, hay muchos puestos de venta de pusanga y otras sustancias que las vendedoras llaman afrodisíacos, para que el varón pueda cumplir como Dios manda en sus enredos pecaminosos. Le llaman 7 Raíces, Para para, Levántate Lázaro, etc. Y quienes los buscan son los venidos de afuera  en busca de la maravilla que los va a convertir en superhombres, aunque fuera solo por un momento.

            No faltan tampoco las vendedoras de hechizos denominados “amarres” para hacer volver al que se fue en busca de mejores aires.

            En Lima, en Jesús María, una dama de la selva puso una tienda para atender con estos productos. Era la época en que se había puesto de moda poner una h en el medio, de manera que su tienda era SHELVA. Mis hijas se burlaban de ese nombre y la llamaban como estaba escrito, Shelva y no Selva.

            Shelva era cliente de mi esposa y en cierta oportunidad le pregunté por ella. Me dijo que había cerrado su tienda y estaba corrida porque, como es lógico pensar, sus “amarres” no habían dado resultado positivo y la cliente vino a pegarle y a exigirle la devolución de todo su dinero que, naturalmente Shelva no estaba dispuesta a cumplir.

            Como les recuerdo, la Selva es maravillosa y es un buen lugar para pasear y divertirse y conocer lugares verdaderamente exóticos, así como los animales propios del sitio. Las ciudades son modernas con calles amplias y bien diseñadas y sobre todo limpias. Comidas y bebidas propias del lugar y playas bellísimas.

            Visiten la Selva y volverán encantados, con ganas de regresar.

La pusanga

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