No hace mucho publiqué un artículo sobre El Habla Culta, ahora me propongo analizar la otra parte de la locución idiomática en función de lo manifestado por mi comadre Clara Alván en el diálogo que sostuvimos en aquella ocasión:
- Así es y me parece fuera de foco politizar el idioma de esa manera, entre «los viejos» sabemos que hay un habla culta y otro vulgar.
En lo que se refiere al término vulgar el DRAE indica que se refiere al vulgo, es decir que es impropio de las personas cultas y educadas.
Y tiene mucho que ver con las expresiones denominadas jerga o replana que son lenguajes propios de determinados grupos sociales o, incluso, profesionales. Esto quiere decir que solamente entre ellos se entiende.
Pero el habla inculta se extiende a todos los habitantes de la zona donde consideran que están en la avanzada si se expresan con modalidades novedosas.
En los años sesenta se puso de moda hablar “al revés”, o como decían los cómicos de la televisión: al vesre. Nos íbamos a la yapla a darna.
El policía no te pedía “papeles” sino pelpas. La camisa era mica y, por extensión micaela. El pantalón era lompa. La mujer devino en jermu, pero como es femenino tenía que terminar en a, entonces es la jerma. Era común escuchar a un joven vanagloriarse “estoy saliendo con una jermita”. Es decir, si no hablabas en jerga estabas quedado, fuera de onda, anticuado.
Hubo también épocas en que se ponían de moda vocablos de gran connotación: bacán, chévere chévere paja pulenta, se cree la última chupada del mango o, tal vez, la última CocaCola en el desierto. Estás en la calle, estás en nada, y, como decía Adolfo Chuiman en la televisión, estoy aguja, el cual finalmente devino en estoy chihuán, para significar que estoy sin plata.
En el colegio el profesor de Castellano nos decía que los periodistas deforman el lenguaje al inventar términos que están muy alejados de las reglas gramaticales. Pero justo entonces se fundó el diario Última Hora cuya modalidad era precisamente la jerga que resultó muy del gusto de la gente.
Pero también hubo pensadores aclamados por la crítica que trataron de imponer una nueva manera de decir las cosas. Dos me vienen a la memoria, Manuel González Prada y su libro “Pájinas libres” quien trató de imponer una nueva forma de escribir las palabras, y Andrés Bello con su célebre monografía “Análisis ideológica de los tiempos de la conjugación castellana” en la que intentó modificar nuestro método de conjugación. Ambos intentos nunca prosperaron.
Pero la manera coloquial se usa siempre en medios muy íntimos pues nos resistimos a abandonar nuestra manera erudita de decir las cosas en consonancia con las reglas gramaticales y el diccionario.
Modalidades de expresión se alojan en la mayoría de las personas de un entorno geográfico. En Iquitos existió una fábrica de aceite “Aceite Clarivo” y este nombre se asentó entre los pobladores quienes para decir “Claro, pues”, decían “aceite clarivo”. Cuando salió la canción The Real One se puso de moda decir de sí mismo “Soy el men”, pero las chicas de Iquitos le agregaban un final: Tú eres el Men tiroso. Incluso la cervecería Garza Blanca sacó un producto imbuido de esta temática por lo cual la llamaron Delmen. Lamento tener que decir que este producto no pegó entre el público y su vida fue efímera.
Entre las personas cuidadosas de su buen hablar estuvo de moda decir un latinismo ipso facto, para significar, de inmediato. Pero al mismo tiempo entre las personas vulgares se puso en onda decir sobre el pucho para significar lo mismo. Terminaron por decir ipso pucho. Una síntesis de lo culto y lo vulgar.
El cómico peruano Melcochita ha popularizado una frase que es suya: “No vayan”, y muchas empresas lo contratan solamente para que lo diga. Por ello cayó muy mal cuando la actriz Denisse Dibós le entrevistó para un canal de televisión y él contó que en la calle hasta los niños le dicen “No vayas” y ella en el colmo del desconocimiento total de lo que implica hacer una entrevista (labor de periodista) le preguntó candorosamente “Que no vayas a donde”.
De todas maneras, la jerga es inevitable. A ti te gusta, a ti no. Como sea, entenderlas en países como el nuestro es más que una primera necesidad. Sin esquina no existes, sin barrio no hay paraíso.