El otro día mi sobrina Leydi Suárez subió un video donde un caballero, en la cantina, se lamentaba que en su casa su esposa amenazaba a sus hijos:
- Ya verán cuando venga su papá.
Y esto también había ocurrido en su casa cuando su mamá les decía lo mismo a ellos, de manera que cuando el hombre llegaba esperando encontrar a sus hijos afectuosos solamente veía rostros asustados y temerosos, más bien desconfiados.
Me trajo a la memoria un episodio en nuestra vida en la que mi amada esposa, María Judith, quizás estuvo viendo algo en la televisión, me dijo, me imagino refiriéndose a la crianza de nuestras hijas:
- Tenemos que ser policía bueno y policía malo.
Sorprendido y preocupado, sobre todo porque ella se bastaba sola para hacer ambos roles sin que yo tuviera que mover un solo músculo, solamente atiné a decir, apuntándome a mí mismo con el dedo índice:
- ¿Entonces yo…?
- ¡Tú no vales para policía malo! Eres demasiado bueno con tus hijas.
Respiré aliviado, no servía para policía malo, estaba descartado desde un principio. Nunca más se volvió a hablar acerca de este tema. Me imagino que en adelante sería más juiciosa sobre lo que veía en la televisión, antes de hacer planes para llevarlas a cabo.