187 NO NOS GUARDEN COMIDA MAMÁ

            Mi enamorada dijo a su mamá “No nos guarden comida mamá, hoy se casa mi amiga”, cuando salimos para ir a la fiesta a la que nos había invitado su amiga.

            Cuántas veces cometemos ese error al pensar que como se casa nuestro amigo o amiga, nuestro “pata del alma”, vamos a ser los invitados mejor atendidos en la fiesta. Pero en lo que no pensamos nunca es que nuestros amigos se casan pero quienes atienden o disponen la atención de los invitados son sus parientes y ellos no nos conocen. Para ellos somos unos completos desconocidos y en consecuencia no nos convidan “ni agua”. Esto fue lo que ocurrió en esa fiesta. Al regresar a su casa tuvimos que rebuscar en la cocina.

            Más de una vez nos ha pasado esto pero no escarmentamos. Cuando se casó nuestro colega Edgar Valdivia con una joven millonaria, fui a la boda con mi esposa. El mismo Edgar me tomó de la mano y me llevó a donde estaban las viandas y me presentó a su tía con frases muy sentidas: “Tía, él es mi Maestro, él me enseñó todo lo que sé de la Cervecería Backus. Por favor atiéndele de manera especial”. La tía respondió casi sin mirarme “Ya hijo, le voy a atender así”.

            Dicho lo cual Edgar se fue al salón de la fiesta. Estuve con mi esposa, primero sorprendido y luego fastidiado. La señora nunca  nos atendió.

            El Gerente de Producción de Backus y paisano de Edgar nos dijo “No me invitaron ni un vaso de cerveza, me voy a mi casa”. También nosotros nos retiramos.

            Cuando se casó Rubén Cangahuala invité a nuestros compadres Alfredo Ugarte y Clara Alván para que nos acompañen al matrimonio. La fiesta fue en un gran salón conocido a la espalda de la avenida Grau, en el jirón Antonio Raimondi. Había diez barriles de cerveza, media docena de cerdos al horno y harta comida. Una banda folkórica y una orquesta típica de Huancayo, que los esposos son de allí, tocaba la banda un Huaylas tradicional y luego la orquesta un Huaylas moderno, y así toda la noche. Parecía que había venido todo Huancayo. Ni un vaso de cerveza, ni un plato de comida. Cuando reclamamos a un mozo, nos dijo “La comida es sólo para los viejitos”. De manera que fuimos al chifa a comer y a tomar. No nos quedó otra opción. Tampoco teníamos ganas de bailar Huaylas y al Huaylas moderno ni lo conozco.

            Trabajaba conmigo en Backus, Micky Casafranca, un joven simpático de casi dos metros de alto y carita de niño bueno, egresado del Tecsup. Cuando íbamos al comedor todas las chicas de las oficinas se detenían a saludarle. A saludarle a él que a mí ni me veían. Era invisible.

            Un día me dijo que su amigo Marroquín, de oficinas, se casaba y le había invitado. Toda la semana me habló de su amigo Marroquín. Llegado el sábado le pregunté, solamente por preguntar “¿Y? ¿Vas a ir al matrimonio?” a lo que me contestó al punto “Claro que sí, se casa mi pata del alma”.

            El lunes siguiente estaba cariacontecido y no comentó nada del matrimonio, de manera que le pregunté solo “por compromiso”, por cumplir:

  • “¿Estuvo bien la fiesta?”.
  • “Sí – dijo medio desanimado – fui a la Iglesia y luego al salón parroquial. Todo estuvo bien”.
  • ¿No hubo fiesta?
  • Si, hubo fiesta en Las Casuarinas pero no me invitaron. En mi delante vi que repartían los tickets pero a mí no me dieron.

            Le expliqué que su amigo es quien se casa pero quienes reparten los tickets son sus parientes que no saben nada de tu amistad con él. Ellos solamente dan a sus conocidos y amigos. Así que no te debes preocupar.

            Pero de todas maneras Micky nunca más volvió a comentar sobre “su amigo”.

La Boda

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