Mis hijas mayores comenzaron el Cuarto Grado de Primaria en el Colegio San Norberto de Santa Catalina con una nueva profesora.
Era profesional pero, al parecer, tenía muy poca experiencia con alumnos de esa edad y cada día les asignaba una cantidad increíble de tareas.
Veía con pesar cómo mis hijas se esforzaban por cumplir: no veían televisión, no escuchaban su radio, todo se les iba en cumplir con la tarea que terminaban a las 10 u 11 de la noche. Normalmente dormían a las 9.
Cada día íbamos a dejarlas en el colegio y conversábamos con los otros padres de familia. Estaban de acuerdo en que era excesiva la carga de tareas, pero una señora, con toda la inocencia posible le “aconsejó” a mi esposa: “Señora, hágales usted las tareas”.
Era absurdo e inconcebible que enviáramos a nuestras hijas a un colegio para nosotros hacerles las tareas.
Decidí hablar con la profesora. Le manifesté que era demasiado las tareas que está dando a los alumnos. Ella respondió que es lo que manda el currículo del Ministerio de Educación. Le expliqué que eso no podía ser cierto puesto que los programas se elaboran de acuerdo a la edad y al nivel de los estudiantes.
Le dije, además, que mis hijas no solamente tienen que aprender lo que ella les enseñe sino que también deben aprender lo que yo les tengo que enseñar, que para eso soy su papá.
Desconcertada y molesta me preguntó:
- ¿Qué es lo que usted quiere, señor?
- Que les baje las tareas a la mitad.
En pocos días se realizaría la reunión de Padres de Familia y ella prometió tocar ese tema con todos los padres.
En la reunión dijo que un padre de familia se le había acercado para decirle que la cantidad de tareas es demasiado.
- ¿Ustedes creen que es así?
- Señorita, mientras más tareas mejor será su preparación. Deles más tarea Señorita.
El papá que respondió así era joyero y su hijo era extraordinario: tocaba el violín con maestría y en toda actividad era infaltable su violín. Inclusive en los cumpleaños de mis hijas nos deleitaba con su melodía.
Pero el señor estaba totalmente equivocado y los demás padres de familia dijeron a viva voz que era demasiada la tarea que está imponiendo a nuestros hijos.
La profesora decidió hacernos caso y literalmente bajó las tareas a la mitad y todos contentos. Esa carga era normal en un estudiante de primaria.
Tuvimos la suerte que todas nuestras hijas fueron buenas estudiantes y nunca tuvimos que obligarlas a estudiar. Solas hacían sus tareas y estudiaban sin ninguna presión. Lo que me correspondía era darles la mayor de las comodidades para que hagan sus deberes: escritorios con buena iluminación personal y una biblioteca con más de 5,000 libros a su disposición, entre ellos diccionarios, diccionarios enciclopédicos y Enciclopedias.
Nunca más tuvimos que reclamar a los profesores y nos llevamos muy bien con todos, así como también con el Director.