Maria Judith Alva Rivera es mi amada esposa. Su mamá, Natividad Rivera Pérez es melliza con su hermano Francisco Rivera Pérez. Todos ellos nacieron en la ciudad de Requena, Provincia de Requena, Departamento de Loreto, Perú.
Mi mamá, María Luisa Sandoval Chávez, me contó que su mamá Luisa Chávez se resbaló en el brocal de madera del pozo de agua y abortó dos fetos. Es decir, mi abuelita iba a tener hijos mellizos, pero el accidente lo perdió. Mi mamá nació en Yurimaguas, provincia de Alto Amazonas, Departamento de Loreto; y su mamá era de Rioja, Provincia de Rioja, departamento de San Martín.
Mi tía Ángela Pino Chávez, hermana de mi mamá, natural de Iquitos, Provincia de Maynas, departamento de Loreto, residente en El Callao, Provincia del Callao, departamento de Lima, tuvo hijos mellizos, pero el varón falleció al año y medio y la mujercita vive hoy en Estados Unidos.
Según mi suegra, doña Natividad, las mellizas saltan una generación: ella era melliza y no tuvo hijos mellizos, pero su hija si tuvo mellizas. Mi esposa Judith.
El doctor Ángel Achával Silva la atendió durante todo su embarazo y chequeaba el desarrollo fetal con su clásica cornetilla: pone la bocina sobre el vientre y escucha por el otro extremo, sintiendo los latidos del bebé. Todo fue normal hasta una semana antes del parto. Dijo el Dr. Achával que aquí está ocurriendo algo raro: “pongo arriba del vientre la cornetilla y escucho latidos, lo pongo abajo y también escucho latidos, muy raro, mejor que le tomen una radiografía”. En la radiografía el médico radiólogo nos dijo y nos mostró la placa donde se ven dos cabezas, “son mellizos”. El Dr. Traverso sonreía al decirnos esto, quizás ya sabía los belenes en los que nos estábamos metiendo.
Un temor me recorrió todo el cuerpo: si nunca he criado un hijo ¿cómo será criar dos al mismo tiempo?
Comenzamos a buscar nombres de varón, ¿qué otra cosa podrían ser? Nuestra vida comenzó a cambiar en ese mismo instante: preparar la cuna para dos bebés, pañales de tela, pupuhuatanas (ombligueros), ropita para dos bebés. En aquel entonces no existían los pañales desechables.
El doctor Achával nos explicó que algunos médicos prefieren decir gemelos univitelinos cuando son gemelos y gemelos bivitelinos cuando son mellizos. Pero nosotros decimos simplemente gemelos cuando tienen una sola placenta, es decir que el óvulo fecundado se dividió en dos, y mellizos cuando cada bebé tiene su propia placenta. Esto ocurre en los casos en que la mamá ovula dos veces, lo cual es raro.
No es enteramente raro si la mamá no tuvo paperas de niña y a Maria Judith le dio de adulta, ya casada, y esto puede ocasionar trastornos en su interior, como en el caso de ella que tuvo una menstruación de quince días.
En realidad los hermanos mellizos pueden ser tan iguales o tan diferentes como cualquier otros dos hermanos que no nacieron juntos. Esto quiere decir que corresponden a dos actos íntimos realizados en momentos diferentes.
Me acuerdo de un caso en los Estados unidos donde un Juez debía asignar la paternidad de dos bebés diferentes que nacieron juntos: uno negro y otro blanco. Los padres reclamantes uno era negro y el otro blanco. El Juez asignó la paternidad del bebé negro al papá negro y la del blanco al papá blanco. Ni Salomón con toda su sabiduría podía haberlo hecho mejor. Bien por el Juez. Pero esto refuerza lo manifestado en el párrafo anterior.
Los nombres de varón que preparamos se perdieron en algún rincón de nuestra vida porque nacieron dos mellicitas. Tan preciosas que a donde iban llamaban la atención de propios y extraños.
Mi esposa me dijo “Justamente al más creído de los hombres tenía que tocarle tener hijas mellizas”. En verdad que mi esposa me conocía muy bien.
Las mellizas son muy competitivas entre sí aún en el vientre materno: Durante el trabajo de parto el doctor Achával me decía que ya uno se colocó en posición, en el canal de parto, pero al cabo de un rato dijo que el otro lo ha desplazado y tomado su lugar, y así todo el tiempo, se colocaba uno y luego el otro lo desbancaba.
Tener hijas mellizas puede ser extenuante y complicado pero es hermosa la vida con ellas y todo lo doy por bien justificado. Valen la pena. Valen un Perú.
Tenían 7 años cuando Claudia nos dijo que en el colegio todos las llaman mellizas y no querían que nosotros las llamáramos así sino a cada una por su nombre.
Además, a los 8 años nos dijeron que ya no querían que las vistiéramos igual, que les compráramos ropa diferente para cada una.
Como a cada una les dábamos su asignación semanal: 5 soles. Este dinero es para que cada una decida qué hacer, gastarlo en lo que quisieran. Todos sus compañeros consumían en el quiosco del colegio. Ellas preferían ahorrarlo y cada dos semanas se compraban un par de zapatos. Primero se los ponía una de ellas y la semana siguiente la otra. Es decir, que cada una podía vestirse y calzarse diferente todo el tiempo y de ese modo cada una tenía su propia identidad. En otras palabras, ellas nos enseñaron a criar hijas mellizas.
Fueron competitivas hasta que tuvieron uso de razón, entonces les expliqué las reglas:
«En mi familia se pelean entre hermanos todos contra todos, en lo único que están unidos es en odiarme a mí. Pero en la familia del gordo Acosta, mi Asistente en la Cervecería Backus, toda su familia es muy unida y hacen las cosas a una sola voz. Esto quiere decir que es posible tener una familia unida no solamente por lazos de sangre sino, y sobre todo, por el amor. De manera que ustedes tienen que aprender a resolver sus problemas entre ustedes, sin pelear. Si yo intervengo, no voy a entrar como padre justiciero para dar la razón a una y castigar a la otra; si yo intervengo voy a entrar como padre castigador y voy a castigar a todo el mundo».
Lo cierto es que jamás las he tenido que castigar y ellas, las hermanas, aprendieron desde pequeñas a ser muy unidas y lo son aún, incluyendo a sus esposos e hijas.
Nuestras mellicitas Lisa y Cisa