Cuando somos niños nos ilusionamos con algo o alguien que vemos y nos proponemos alcanzarlo alguna vez.
Es importante tener sueños y aspiraciones pues nos conduce por el camino del ideal y el esfuerzo que tenemos que hacer para volverlo realidad.
Cuando vivía en Iquitos, de niño, me encantaba mirar una camioneta Station Wagon Ford. Era enorme y parecía enchapado en madera. Me decía a mí mismo que de grande tendría uno igual. Especial para salir con la familia. Tenía 8 años de edad.
Había entonces unos zapatos para adulto de cuero de becerro con planta de guta enorme y en chaflán. Lo deseaba.
Pero cuando tuve dinero, era músico profesional desde los 12 años, ya no existían esos zapatos. Conseguí zapatos de cuero de becerro y planta de guta pero no en chaflán. Ya no estaban de moda. Cuando tuve familia y llegó el momento de comprar mi carro propio, ya no se vendía carros Ford en el Perú. Tuve que escoger entre Toyota y Datsun. En la Cervecería Backus quienes tenían carro me aconsejaron. El Supervisor de Producción, Juan Hubí, dueño de una SW Hillman, me dijo que son malos, que no lo compre. El Supervisor de Electricidad, Kanashiro, me explicó que el Toyota es bueno y elegante pero su mantenimiento es muy costoso, en cambio Datsun es un carro diseñado para las rutas del Perú y existen repuestos en todas partes. De manera que adquirimos, luego de conversar con toda la familia, la Station Wagon Datsun 1982, color rojo metálico. Ya ni pensar con la camioneta que parecía forrada en madera que yo soñé.
Por algo dicen que ¡los sueños, sueños son!
En cierta oportunidad alcancé a escuchar una conversación entre mis tres hijas, Luisa y Claudia, adolescentes, y Charito 9 años menor que ellas: Claudia decía que de grande se va a comprar un Mustang (Ford) y Luisa un Camaro (Chevrolet). Posiblemente lo veían en el cine o en las series de la televisión.
Pero lo curioso fue que Charito no dijo nada, algo por demás inusual, por lo que sus hermanas le preguntaron:
- ¿Y tú, Charito, qué carro te vas a comprar?
- Yo no voy a comprar carro. Yo voy a manejar el carro de mi papá.
Andando los años, Claudia no se compró el Mustang y Luisa no se compró su Camaro y ninguna de las dos maneja carro. Los esposos de ambas tienen carros Toyota con los que van a todas partes. Charito si aprendió a manejar, manejó mi carro que se convirtió en el carro de la Católica y de la Parroquia. Después lo vendió y se compró un auto Nissan Primera, muy vistoso.
Como dije ¡los sueños, sueños son!, pero qué bonito es soñar.
Los sueños La realidad