El amor siempre se ha caracterizado por darlo todo por los seres amados. Se hace más patente cuando ocurren situaciones que ponen en peligro la salud y la vida de todos. Se hace necesario, ya no solamente hermoso, cuidar a las personas de tu familia, donde quiera que estén, y a las personas de tu entorno cercano.
Desde el 16 de marzo estamos confinados a nuestra vivienda. Nadie puede salir libremente, sino solamente para conseguir lo necesario para subsistir. Estamos también con toque de queda para disminuir la movilización y el contacto de las personas. Si sales debes realizar al regresar todo un protocolo de desinfección de tu persona para evitar contaminar a tu familia.
¿Por qué es todo esto?
Porque se ha diseminado un virus llamado Coronavirus, que es una extensa familia de virus que puede infectar animales y humanos, y cuya denominación oficial es COVID-19 porque parece que se originó en diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan en la China Central.
El virus se transmite generalmente de una persona a otra por vía de las pequeñas gotas que se emiten al hablar, estornudar, toser o espirar. Se difunde principalmente cuando las personas están en contacto cercano, pero también se puede difundir al tocar una superficie contaminada y luego la propia cara.
Los síntomas más comunes son la fiebre, la tos seca y dificultades para respirar. Las complicaciones pueden incluir la neumonía y el síndrome respiratorio agudo.
Para salir, solamente por necesidad, debes ponerte guantes y mascarilla o tapabocas. Muchas de nuestras obligaciones laborales quedaron truncas y se nos hace difícil y hasta penoso conseguir dinero. Y, curiosamente, el dinero es sumamente necesario para subsistir o corremos el riesgo de llegar al final de la pandemia sanos pero morirnos de inanición: mientras menos tienes más terrible es esta posibilidad.
Es común ver y leer en el Facebook o en la televisión imágenes de personas que incumplen las normas de urgencia y los comentarios que los satanizan y los culpamos de nuestros males. Pero muy pocos nos ponemos en sus zapatos para entender mejor sus motivaciones, y a esto le llamamos solidarizarnos: culpar a los demás. Pero el mal está en todas partes, con culpables o sin culpables. No por criticar nos vamos a salvar.
Está claro que las personas débiles o con males preexistentes menos van a poder sobrevivir: mientras más grave sean sus males, más pronto caerán en las garras de la tal enfermedad y será muy difícil que puedan salir de allí.
Estoy, precisamente, en este grupo y mis hijos no me dejan salir. Ellos prefieren sacrificarse para salvarme. Sus relatos no son épicos sino apocalípticos: Se tarda una hora para entrar a Plaza vea, en el mercado o en cualquier tienda que vendan artículos de primera necesidad tardan igual. Aunque tengan, las tiendas no pueden vender otros objetos que no sean de primera necesidad so pena de ser sancionadas, lo cual es de una torpeza mayúscula. No sólo tenemos que sobrevivir, también tenemos que vivir. En casa tenemos una anciana postrada en cama y una niña de tres años que tienen otras clases de necesidades. El seguro social entrega incompletas las medicinas en nuestro domicilio. Pertenecemos al Padomi y nuestra doctora de cabecera nunca nos ha llamado para averiguar cómo estamos ni para averiguar sobre las medicinas que están obligados a darnos. Nos llega incompleto y no tenemos con quien conversar en el Padomi para hacerles entender lo que nos está faltando. Estamos aislados y nadie nos viene a ver.
¿Qué hacer?
Cuidarnos y cuidar a tus seres queridos utilizando, sobre todo, el sentido común. Cumplir lo más que se pueda las directivas aunque te parezcan jaladas de los cabellos, pero a lo mejor tu Ángel de la Guarda te está sosteniendo, aunque sea de un pelo.
El virus que puede ser mortal: COVID-19