Un cucurucho o cono de helado es una pasta seca con forma cónica, hecha normalmente de barquillo, que permite tomar helado sin necesidad de un cuenco y una cuchara.
Fuente: Wikipedia La enciclopedia inteligente.
En mi tierra, Iquitos, se le llama siempre barquillo y son de sabor muy agradable y dulces. Lo fabrican los mismos heladeros de aguaje.
Los mismos señores de los años 50 vendían helados de aguaje en los años 80. Uno en la esquina de la calle Brasil crucero con jirón Lima y el otro en la esquina del Cementerio General, avenida Alfonso Ugarte crucero con calle Bolognesi.
Se le llamaba “barquillo” porque los primeros barquillos tenían forma de barquitos y en ellos se despachaba el helado siempre sabroso de aguaje.
Luego llegaron dos hermanos que vendían helados en triciclos parecidos a los que usa D’Onofrio en la actualidad, que como pueden ver, no es nada moderno ni actual, sino copia de lo que hubo en nuestra tierra. El problema con estos helados, había de vainilla y de fresa, es que sus barquillos no tenían sabor ni dulce. Eran de simple masa de harina. He visto a un adulto comerse su helado y botar a la calle el barquillo entero. No le servía ni le agradaba, solamente se comía el helado.
Después pasamos a vivir en Lima, pero, cuando vivía mi suegra partíamos todos los años a Iquitos a pasar las vacaciones. Invariablemente acudíamos al Cementerio a “visitar” a mi mamá, con mi esposa y mis hijas Lisa y Cisa, las mellizas. Hacíamos un alto, al salir, en el puesto del heladero de la esquina. Tenía vaso chico, vaso grande y barquillo de helado de aguaje.
Aquí se suscitaba un problema que Claudia lo sintetizó así: “Queremos servirnos el vaso más grande de helado de aguaje, pero también queremos comernos el barquillo que es tan rico”. El heladero lo solucionó: “Entonces sírvanse el vaso grande de helado y yo les regalo los barquillos”.
Con seguridad que el heladero era abuelo y por eso les dio gusto, tres barquillos a cada niña y todos contentos, usaban el barquillo como cucharita para comer el helado.
Había también en Iquitos otro tipo de barquillo, más grande y dulce, de color rosado y se comía sólo como cualquier otro dulce. Lo fabricaban en la tercera cuadra de la calle Brasil a la vuelta de mi casa. Utilizaban una especie de plancha doble para hacer crepés sobre brasas de carbón. En aquella época también las planchas para ropa eran a carbón.
En Lima siempre le llaman cono si no tiene dulce ni sabor y barquimiel si es rico.
Salíamos los domingos a pasear y nos íbamos a almorzar en algún sitio especial, a La Punta para comer ceviche o a Sears de San Isidro para un almuerzo especial. A alguna heladería para darnos un gusto, que los loretanos somos muy heladeros.
En cierta oportunidad estábamos tomando una suculenta copa de helado, cada uno elegía el sabor que más le apetecía, cuando me fijé que en una mesa estaba una señora con una tremenda copa de helado y a su lado una niña con un barquillo. Me pareció horroroso. «La mujer se daba un gusto tremendo y la niña, pobrecita, solamente un cono de helado. Es injusto me dije. No puede ser». Mis hijas preferían comerse un “Banana Split”.
Pasaron muchos años, mis hijas crecieron y tuvieron sus hijas. Una vez mientras estábamos en Speciale, la mejor tienda de helados artesanales en Magdalena, con mi esposa, mi hija Claudia y su hija, mi nieta Andrea, escogimos cada uno la copa que más nos interesaba, pero Andrea solamente quería un barquimiel: nosotros con una tremenda copa de helado y la bebe únicamente con un barquillo. Recordé lo que pensé hace varios años de la persona que se servía una tremenda copa y la niña nada más un cono. Y entonces entendí, las niñas piden lo que más les gusta no lo que a nosotros nos puede parecer adecuado o importante. Ellas tienen su propio nivel de importancia para cada cosa. Desde entonces aprendí a no juzgar a nadie por lo que me parece sino que trato de ponerme en “sus zapatos”.
Banana split Barquimiel