133 MUCHACHOS ¿QUIEREN IR A LIMA?

Cada cierto tiempo los empleados de Control de Calidad de la Cervecería Backus y Johnston nos turnábamos para ir a trabajar por seis meses en la Cervecería San Juan de Pucallpa, se trataba de Biólogos y de Ingenieros Químicos. Nos enviaban con pasaje de ida y vuelta.

Esta vez teníamos que pasar la Navidad en Pucallpa. Así lo había decidido nuestro Gerente de Producción de Backus pues a mediados de mes viajamos a Lima para asistir al matrimonio de nuestro colega y compañero de trabajo Edgar Valdivia. Expliqué a mi esposa y a mis hijas que no podríamos estar juntos en esta Navidad, pero que sí las iba a llamar a la media noche para saludarlas y desearnos ¡Feliz Navidad!

El día 24 de diciembre al caer la tarde estábamos sentados en la sala de estar, Lucho Vizcarra (Biólogo), yo y otra persona, un Ingeniero Industrial de Aficomosa, una empresa diversificada de Backus, quien estaba realizando un proyecto en Pucallpa. Estábamos en la misma condición, esperando resignados la medianoche para abrazarnos y servirnos la Cena Navideña preparada por la cervecería con puro productos importados, porque nada había en el país.

De repente vino el “Lobo” a decirnos a bocajarro: “Muchachos ¿quieren ir a Lima?”. El Lobo era el Director de Economía de la Cervecería San Juan. Decir Director es decir el Gerente. Decían que le llamaban así porque salía a “aullar” en las noches, no necesariamente de luna llena.

Todos a una dijimos: “”.

No nos lo esperábamos, habida cuenta que se nos había dicho que tendríamos que pasar la Navidad en Pucallpa y todas nuestras familias así lo sabían. Fue un hecho inesperado y sin precedentes.

No necesitamos equipaje, solamente el maletín que siempre nos acompaña y  está siempre a la mano. El de Aficomosa si llevaba una tremenda maleta, parecía que no pensaba volver.

Poco antes de salir para el aeropuerto el Director (Gerente) de Producción Walter Rojas se acercó para decirme “Chito, dile al Lobo que se lleve vales de cerveza”. Me senté adelante y le dije al Lobo quien manejaba el Land Rover, el mensaje de Walter, y él me contestó mientras me hacía ver un sobre blanco de Oficio, bien abultado: “Mira ve, mientras Walter está de ida, yo ya estoy de vuelta”. El sobre estaba lleno de vales de cerveza, y un vale de cerveza, “ración” o “gratis”, es dinero en efectivo. Una fortuna.

Atrás quedaban los accidentes del avión Lansa que determinaron su desaparición. Solamente operaba la Compañía Faucett. Y, como suele suceder en la temporada navideña, la gente estaba amontonada en el mostrador de la compañía, esperando que alguien cancele su vuelo para que a alguno de ellos les sea concedida la oportunidad de viajar, el mismo Gerente de Faucett estaba atendiendo junto con sus empleados. Vi al Lobo entrar saludando estentóreamente al Gerente de Faucett, desearle Feliz Navidad, al tiempo que le ponía en la mano el sobre blanco. Cogido de sorpresa, el Gerente solamente atinó a decir “desgraciado, cuántos me estarás metiendo”.

Mientras esperábamos  en un rincón el desenlace de los acontecimientos, Lucho Vizcarra se acercó para decirme:

  • ¿Tú no tienes nervios?
  • No.
  • ¿Nunca te pones nervioso por nada?
  • No.
  • Yo estoy que me deshago de nervios.
  • Es que tú no has sido formado como militar. Tomo las cosas como vienen y actúo en consecuencia. Si viajamos, bien, si no viajamos, igualmente bien. Nada gano llenándome de ansiedad – parece que esta conversación le dio algo de calma a su espíritu.

Vino el Lobo a decirnos, señalando a Lucho y a mí “ustedes dos están seguros, ya pueden abordar el avión”. “ – le dijo al de Aficomosa – tendrás que esperar todavía”. Sentados en el avión y estando a punto de cerrarse la puerta (una vez cerrada ya no se abre), vimos al tercero venir corriendo por la pista con su enorme maleta en la mano. Subió y cerraron la puerta. No había asientos disponibles, de manera que hizo el viaje de pie.

Llegamos al Aeropuerto Internacional “Jorge Chávez” del Callao y corrí a buscar un teléfono público. Tenía solamente un rin en mi monedero Alda, regalo de mi amada esposa. Las fichas rin era monedas con ranuras de uso exclusivo para teléfonos públicos de la compañía de teléfonos. Siempre había escasez de fichas rin por eso era muy importante tener uno escondido por si acaso. Tenía miedo de producir un patatús si me aparecía de repente en la casa. Era mejor avisar.

Contestó Luisa y cuando le dije que estaba en Lima pegó un grito que se escuchó en todo el aeropuerto. Todos sabíamos que una vez iniciada la conversación únicamente disponíamos de tres minutos, luego se cortaba. Ahora sí podía ir con tranquilidad a nuestra casa en la Plaza Manco Cápac y gozar de la felicidad de la familia.

Una inesperada aventura de película.

El avión

 

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