125 EL CLUB DE SACOLARGOS

No es que sea un club sino una manera de, aparentemente, fastidiar a las personas más tranquilas y que no sean trasnochadores. También se considera a quien entrega todo su sueldo a la familia y lo invierte todo en ella, en vez de ir a jaranear a una Peña y gastarse toda la plata en borracheras.

En la cervecería recibíamos tres gratificaciones al año: Fiestas Patrias, Navidad y Vacaciones. Una vez al año nos daban “Utilidades” y los dividendos de la Comunidad Industrial. Las gratis prácticamente ya están contabilizados con los sueldos y casi ni nos damos cuenta, pero las utilidades y la Comunidad Industrial era un monto importante y lo dedicábamos a cambiar los muebles de la sala, del comedor y dormitorios.

En el comedor de la cervecería nos reuníamos personas de diferentes áreas de trabajo e intercambiamos opiniones sobre la situación política o el campeonato de fútbol. Algunas veces, con orgullo, comenté la importante compra que habíamos realizado en nuestra casa. Pero tarde me di cuenta de mi error cuando mi Asistente vino a decirme que me habían “nombrado” Presidente del Club de Sacolargos.

En el Diccionario Latinoamericano dice “En Perú: hombre cuya mujer lo domina”.

Los Supervisores y Asistentes son empleados no profesionales y están bajo nuestras órdenes, pero jamás se atreverían a decir de frente a un Ingeniero alguna broma o una “chapa”. Mandas un Memo y lo suspenden. Pero entre ellos la cosa sí tiene ribetes de una verdadera jarana.

En la época del crimen de Banchero Rossi, todos los empleados seguían el juicio con sumo interés. Durante la cena allí entre ellos “había” Vilca, Banchero, Eugenia Sessarego y todos sabíamos a quien le decían así. De repente alguien decía “¿Y el relator” y todos rompían a reír a carcajadas. Y de esta manera ocurrían las cosas una y otra vez y yo siempre me quedaba en el limbo porque no sabía quién de ellos era el relator del juicio. Cuando le pregunté a mi Asistente, ya en el Laboratorio,  “¿Quién es pues el relator?” el gordo Acosta me dijo “Eres tú”.

Alguna vez escuché decir a un empleado cuando comenté que nos habíamos comprado un juego de comedor, “no hay que acostumbrar a lo que no ha de durar

Muchos de ellos escondían en su casillero todo ingreso adicional y lo gastaban en los jueves de Peña y yo por dar todo a mi familia no solamente era un sacolargo sino el presidente de todos ellos. Nunca fui a un jueves de Peña, y lo digo con orgullo.

Le conté a mi esposa y a ella le hizo gracia y les contaba a sus amigas que yo estoy a punto de llegar a la casa porque soy el presidente del club de sacolargos. No falla.

Cuando estuve en el EPCA, en una reunión de miércoles, lo comenté, pero el padre Jorge García QEPD me dijo:

  • Jorge, ¿esas mismas personas que te pusieron ese nombre, acaso no te buscaban siempre para pedirte consejos?
  • Todo el tiempo – padre – consejos de todos tipo, profesionales, técnicos, personales y hasta afectivos.
  • Claro pues – dijo él – porque confiaban en ti, porque sabían que habías formado una familia plena de valores morales.

Nunca me molestó y a mi esposa menos, más bien le hacía gracia y lo contaba con cierto timbre de orgullo.

El saco largo

 

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