La fiesta del Carnaval en Iquitos era “la fiesta” por excelencia. Duraba tres días de desenfreno y descontrol bajo el lema
“Carnaval manda y nadie lo demanda”
Los chicos jugábamos con agua, mojando a cuanta chica pasara por nuestro barrio, con baldes, con globos o con bombas hechas con bambú que lanzaba a 5 metros los chorros de agua.
Las fiestas infantiles se realizaba con “serpentinas”, confeti y talco. Las fiestas de adultos era con serpentinas, confeti, talco y “chisguetes”, que eran unos tubos de vidrio delgado rellenos de éter perfumado que olía bien rico pero los hombres lo lanzaban a las espaldas desnudas de las jóvenes que las hacían tiritar porque el chorro era bien frío y a los hombres les lanzaban a los ojos que les hacían arder pues eran irritantes por lo cual todos los asistentes llevaban antifaces transparentes para proteger sus ojos.
Las serpentinas eran rollitos de papel de colores que se cogían de una punta y se lanzaba al aire tratando de hacerlo llegar al otro extremo del salón, en el camino se desenrollaba y pronto todo el salón de baile estaba lleno de serpentinas. Los confetis eran minúsculos discos de papel de colores, como los que deja un perforador de oficina. Se vendía por bolsas y se echaba sobre la cabeza de las personas. Eran el símbolo de la fiesta del Carnaval. Las serpentinas traían mensajes grabados y parte de la diversión era coger una serpentina y leer ese mensaje y, si resultaba oportuno, lo arrancabas y se lo entregabas a la chica que te gustaba, como un mensaje de amor no pronunciado.
Nunca participé en un baile de Carnaval porque desde los 12 años ya fui músico profesional y me pasaba las fiestas haciendo bailar a la gente y por esa razón no sabía bailar y tuve que aprenderlo tardíamente porque mi amada esposa era bailiterilla desde muy joven.
Las fiestas de Carnaval eran un negocio redondo con la venta de globos, serpentinas, confetis, talcos perfumados, chisguetes y antifaces, amén de cigarros, cerveza y chiclets Adams para besar sin roche. Era también un negocio redondo para nosotros los músicos pues cobrábamos el triple. Los salones se llenaban al tope ya que nadie quería dejar pasar la oportunidad de bailar intensamente y quizás enamorar.
Cuando comenzábamos la “marchina del Carnaval” todos los caballeros salían a la carrera a tomar una pareja pues si una pieza normal dura tres minutos, la marchina podía durar media hora. Se baila como una mezcla de polca y merengue, como marchando y lo mejor es que no tenías que abrazar a tu pareja.
Comenzábamos con la polca de Filomeno Ormeño La canción del Carnaval y el coro era coreado por todos los asistentes
“¡Carnaval, carnaval!
es el grito general;
¡carnaval, carnaval!
de alegría sin igual”.
Normalmente nadie sube al tabladillo de la orquesta pero en esta oportunidad era imposible evitar a los espontáneos.
De repente uno de la orquesta, no necesariamente el “crooner”, comenzaba a cantar unos versos de alguna canción infantil y todo el público lo coreaba, dando inicio a un verdadero popurrí de la alegría:
“Se va, se va la lancha
Se va con el pescador
En esa lancha que cruza el mar
Se va también mi amor”
“Tengo una vaca lechera
No es una vaca cualquiera
Me da leche condensada
Ay que vaca tan salada
Tolón, tolón
Tolón, tolón”.
“Ay mama Inés, ay mama Inés
Todos los negros tomamos café.
Ay mama Inés, ay mama Inés
Todos los negros tomamos café”.
“Pío pío pío pollo
Pío pío pío pá
Canta canta pajarillo
Que tu cantar me alegra el corazón
Con tu cantar, con tu cantar
Con tu cantar me alegra el corazón.
Con tu cantar, con tu cantar
Con tu cantar me alegra el corazón”.
“Mamá yo quiero, mamá yo quiero
Mamá, yo quiero mamá
Una chupeta, una chupeta
Una chupeta pa poderme enamorar.
Mamá, mamá, mamá yo quiero
Mamá yo quiero
Mamá, yo quiero mamá
Una chupeta, una chupeta
Una chupeta pa poderme enamorar”.
“Uno, dos y tres
Que paso más chévere, que paso más chévere
Que tiene mi canción.
Uno, dos y tres
Que paso más chévere, que paso más chévere
Que tiene mi canción”.
Al final se notaba un alivio en el rostro de todos los danzantes por el esfuerzo y la alegría desplegada, como si hubieran realizado la acción más importante de sus vidas. Esto es pues la alegría del Carnaval.
Todo cambió cuando el Presidente Belaunde suprimió los tres días del Carnaval así como muchos otros días feriados, y la vida cambió para siempre.
Las serpentinas, los confetis y los chisguetes