El Corral para bebés uno de los equipos del hogar que son ideales para los bebés, están diseñados para el desplazamiento del bebé al momento de querer dar sus primeros pasos y además también para poder mantener al bebé vigilado.
Cuando mi primera nieta Andrea Sofía Canaval Suárez era bebita, cuando aún no podía caminar ni hablar, se hacía entender por señas: estiraba su manita con la palma extendida hacia arriba y abría y cerraba sus deditos, como queriendo que el objeto deseado viniera hacia ella.
Mientras la “muchacha” cocinaba el almuerzo no le quitaba el ojo a la bebe pues desde su cocina la podía ver bien sentadita en su Corral y la pequeña gateaba de un lado para otro y se sentaba ensimismada. Pero cuando la muchacha freía papas la cosa cambiaba.
El solo olor de la papa frita transformaba a la bebita; se ponía de pie agarrándose de los barrotes del Corral y estirando su manita le pedía, sin voces, una papita frita. La muchacha, sabedora de la debilidad de la pequeña, apenas salía la primera porción de papas fritas, cogía uno y soplando soplando se acercaba y se lo daba.
Con el manjar en la mano Andreíta se iba a un rincón de su Corral, se sentaba y disfrutaba con deleite esa cosa tan rica para ella. Era la época en que su mamá la llamaba Cindy (sin dientes). Apenas terminaba pedía otra que también se lo daba. Solo dos y quedaba satisfecha. Ella podía percibir el olor de las papas fritas hasta a dos cuadras de distancia. Lo pueden comprobar leyendo lo siguiente.
Tenía ya 1 año de edad y en pleno invierno a las 6 de la tarde la saqué a dar una vuelta por la manzana de mi casa en Pueblo Libre en su cochecito, bien protegida con un poncho de polar que le había cosido su abuelita Judith.
El ponchito color beige todos lo celebraban porque era tan grande y decían que le va a durar hasta los 15 años. Ya cumplió 17 y lo sigue usando
Era pues, mi nieta, aficionada a las papas fritas desde que nació y los percibía de lejos con el olfato. No lo comprendí exactamente hasta que pasó esto:
Andando por la calle Andalucía en Pueblo Libre, volteamos por la avenida Bolívar, calle además poco iluminada, apenas habíamos avanzado unos pocos metros y estando a la altura del Majestic ella se puso de pie en su cochecito diciendo – “papash”.
Miré la soledad en la penumbra de la calle y la reconvine – “¿Dónde va a haber papas aquí? No hay nada”. Quizás debo agregar que hace muchos años que he perdido el olfato y voy perdiendo también el oído.
La bebita se sentó en silencio y seguimos avanzando y ya al llegar a la esquina de Sucre pude ver que del restaurante Rockys, que tiene su cocinería en el patio exterior, salía un intenso olor a papas fritas, y ella lo había sentido a casi dos cuadras de distancia.
Muy avergonzado por no haberle hecho caso en su momento, la llevé de vuelta a la casa y le freí sus papas fritas que tanto le gustan. Se lo merecía.
Cuando asistía al Curso Vacacional del Nido Dory Kids, Andreíta le cambiaba su sándwich por las papitas Lay’s de Ricardito, un año menor que ella.
En otro momento, con ocasión de celebrar el Día de la Madre nos reunimos toda la familia y fuimos al Restaurante Roky’s de la Av. Bolívar con Sucre en Pueblo Libre, entonces era un restaurante de pollos a la brasa emblemático en nuestro distrito, y muy concurrido, y más aún en esta ocasión.
Mis yernos Jorge y Juan hicieron el pedido y, sabedores de la afición de Andreíta por las papas fritas, le dijeron al maitre que primero que todo trajera una porción de papas fritas, pues la niña, entonces de 3 años, se ponía impaciente muy pronto.
A pesar de asegurar el maitre que había entendido la indicación, no trajeron nada, y menos aún, las dichosas papas.
Al cabo de un rato Andreíta de golpe se puso de pie en su sillita alta y dijo en tono autoritario – “¡Vamosh!” – Todos la miramos sorprendidos y ella encogiéndose de hombros agregó – “¡No taen papash!”.
El tío Juan la llevó a la piscina de pelotas para que se distrajera un poco y se olvidara por un momento del asunto de las papas fritas.
Cuando mi nieta tenía doce años puso en su cuenta de Facebook – “Bárbara se comió mi chocolate”.
Una amiga de ella y también amiga de su Facebook, quien, por lo visto, la conoce bien, escribió – “Sólo falta que se coma tus papas fritas y muere”.
Seguro estoy que la conoce muy bien, tan bien como la conocemos nosotros.
Las papas fritas