En la Quinta donde vivimos en Pueblo Libre, la empresa constructora dejó muchas cosas sin terminar o hechas al tuntún, sin criterio profesional.
Uno de ellos es el tendido eléctrico de los timbres. Una caja con diez botones, los cables en un tubo de plástico a metro y medio del suelo y pegado a la pared con alcayatas que desemboca en un cajón en la pared, como una hornacina, lleno de un enredijo de cables de todo color. De allí ya parten empotrados a cada chalet.
Mi esposa, Maria Judith, junto con la señora Ana y la señora Flor, tapó esa hornacina con un mueble decorativo, para evitar que los niños vayan a tocar los cables.
Llegaron otros vecinos desconsiderados que para hacer trabajos de soldadura eléctrica en sus departamentos tomaban la corriente de los medidores, se robaron el mueble que tapaba la hornacina, y finalmente “taparon” los cables con un pedazo de triplay viejo y feo.
Con el paso del tiempo – la continua gota labra la piedra – se desconectó una parte del tubo de plástico, la lluvia mojó los cables y se produjeron cortocircuitos con crepitación y destellos que se hacían más fuertes y echaban humo.
Todos los vecinos nos alarmamos y buscamos un electricista de emergencia que resolvió el problema y aseguró el tubo para que no volviera a ocurrir.
El doctor César Peche, vecino de la Quinta le dijo a mi hija Charito
- El trabajo que hizo tu mamá para proteger los cables sí fue muy bueno y seguro. Fue un trabajo bien hecho.
Mi hija me lo contó con el pecho henchido de orgullo porque habían hablado muy bien de su mamá, con el agregado de que ella sabía hacer las cosas bien hechas.
Una verdadera pena que mi amada esposa desde hace 6 años no pueda ya participar de las “cosas de vecinos”.
Cortocircuito