99 CONSTANTINO SULLCACCORI LAURA

En el año de 1962 llegamos a la gran Lima con mi papá, don Pedro Suárez Soto, excombatiente en las Campañas de 1933 contra Colombia y de 1941 contra Ecuador, devenido  en ese entonces en Empleado civil del Ministerio de Guerra (Ejército).

Va este preámbulo porque nuestro viaje fue en “Apoyo Aéreo”, lo cual quiere decir que volamos gratis en un avión de la Fuerza Aérea del Perú y en aquel entonces la FAP asignaba cupos a los funcionarios y tenían que solicitar y esperar que les toque su fecha de vuelo, con las maletas listas. Se sabe que algunas veces los viajantes fueron desembarcados porque un “alto jefe tenía que viajar urgentemente a Lima”.

Llegamos a la casa de mi tía Ángela Pino Chávez, hermana de mi mamá, María Luisa Sandoval Chávez. Quedaba en la calle Cochrane 240 en el Callao. Luego de conocer a mi abuelita Luisa Sandoval nos dedicamos a visitar y conocer a la familia de mi papá, muy numerosa.

El punto de encuentro fue siempre la casa del tío Faustino Suárez Soto, hermano de  mi padre, y su esposa, mi tía, Martha Moreano Barrientos. Eran muy amables y generosos y todos los familiares que venían de su tierra llegaban primero a la  casa de ellos. Venían de Mamara, Provincia de Grau, Departamento de Apurímac.

Siempre que llegaba a Lima iba a visitar a la tía Martha. Allí conocí a mi prima hermana Julia Huillca Suárez, una joven bonachona, risueña que te abrazaba muy fuerte.

Supe después que se había casado con Constantino Sullcaccori Laura. Lo conoció cuando él estaba en el Servicio Militar y al licenciarse se casaron. Me dijeron que trabajaban en Radio Central, en el jirón De la Unión, como guardianes y allí tenían un minidepartamento muy cómodo. Fui a visitarlos y conocí al primo Constantino, un hombre joven muy amable y bien amigable. Justo ese día estaban actuando “Los Caporales”, un dúo de cómicos chilenos y me invitó a ver el espectáculo. El salón estaba lleno.

Cuando terminó el show pude observar que estaban probando la grabación que se había realizado del espectáculo. Algunos días después salió a la venta el long play con esa grabación, con los aplausos genuinos.

Constantino me mostró un recorte de El Comercio que lo tenía enmarcado: allí se informaba de un accidente doméstico, Constantino manipulando su escopeta de balines con presión de aire, le había disparado en el pie a Julia. Todo no pasó de un susto y no hubo consecuencias.

Años después construyeron su casa propia en Zárate y él trabajaba como vigilante en una empresa. Junto con Antonio, hermano de Julia y Macario Enríquez esposo de Vidalina, hermana de Julia, salimos varias veces de juerga. Éramos un buen equipo de fiesteros.

Constantino se desplazaba en su bicicleta para llegar a su trabajo y una noche un ómnibus lo atropelló. Cayó hacia atrás de cabeza y se murió.

El “parte policial” decía que “el conductor del vehículo B (bicicleta) chocó al vehículo A (ómnibus)”. Es decir que el ciclista es el responsable del accidente. Y es que siempre ha habido policías indolentes.

Mi prima Julia me llamó para que la ayude con este problema, y era muy grande: El gerente de la empresa de transporte se había ofrecido a sufragar todos los gastos que demande el sepelio, pero la funeraria se negaba a enterrarlo si antes no le cancelaban el total acordado para un entierro de primera.

El gerente decía que no se opone a pagar todo pero primero teníamos que firmar un contrato en el que renunciábamos a realizar cualquier acción judicial o a reclamar indemnización civil.

Todos los familiares y conocidos presentes clamaban por el juicio para demandar a la empresa y que se hipoteque la casa para pagar los gastos. Menudo problema.

Me gané la crítica de todos ellos.

Busqué en las Páginas Amarillas y encontré un estudio de abogados cercano. Su consejo no podía ser más desalentador: Un juicio puede durar años y no hay nada que te garantice que puedas ganarlo. Peor  con ese parte policial culpando a Constantino del accidente. Y va a costar mucho dinero que nadie te va a resarcir. Admiré la sinceridad del doctor, era un abogado de verdad, enteramente honesto.

De regreso a la casa le expliqué a Julia la situación: es mejor firmar el contrato y logar que Constantino se entierre como exigía la empresa. La grita de los oyentes no se hizo esperar: ¡Al juicio!, ¡Al juicio!, ¡Que se hipoteque!, ¡Que se hipoteque!

Le dije a Julia

  • Hipotecar es pedir plata al banco poniendo de garantía tu casa y al banco le tienes que pagar, sino pagas te quitan la casa. ¿De dónde vas a pagar? Los que están aquí gritando no te van a dar ni un centavo. Lo mejor es firmar el contrato y conservar la casa para tus hijos.
  • Hagamos, pues, cómo tú estás diciendo hermano, tú entiendes mejor que yo estas cosas.

Julia es analfabeta y solamente puede poner una cruz en vez de firma y yo tuve que firmar al lado de su cruz para dar validez al contrato. Apenas se firmó el contrato, el gerente le dio el cheque a la funeraria y procedimos al sepelio, y así Constantino pudo descansar en paz.

El tío Domingo Quintanilla Soto me dijo que su apellido es quechua y quiere decir Sullca (el que busca) Ccori (oro). El que busca oro; y lo encontró en su familia.

Años después Ruth Sullcaccori Huillca, la hija mayor de Julia vino a mi casa para pedirnos que fuéramos sus padrinos de matrimonio. Era profesora y se había graduado en la Universidad Garcilazo. Me dijo que su mamá le había contado cómo yo había preservado su casa y estaban muy agradecidos.

Hermano Constantino Sullcaccori Laura, tienes una digna hija. Dios te bendiga y a nosotros también.

 

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