Estudiábamos en la “Escuela Práctica”, un colegio particular de Primer Grado que estaba ubicada a la vuelta de mi casa, razón por la cual nunca llegué tarde. Era nuestra vida en la ciudad de Iquitos, capital de la Provincia de Maynas y del Departamento de Loreto.
En aquel entonces el Sistema Educativo en el Perú designaba Primer Grado a la Educación primaria correspondiente al Primero, Segundo y Tercer año de Primaria.
Existía un nivel previo que no era obligatorio pues en tu casa podían enseñarte tus padres a leer y escribir, se llamaba Transición o Preparatoria, aunque algunas veces escuché a la señora Juana referirse a ellos como Pre escolar. Pero los chicos de la escuela le decíamos simplemente “Prepasho”, en un perfecto lenguaje loretano.
Con el uniforme de Desfile de esa época
El Segundo Grado, Cuarto y Quinto Año de primaria lo hicimos en la Escuela Urbana Prevocacional Nº 161 “Sargento Segundo Fernando Lores Tenazoa”. Colegio estatal.
La Escuela Práctica estaba ubicada en la primera cuadra del Malecón Tarapacá, al lado de la casa de los Hernández, la casa donde fabricaban los más exquisitos arreglos florales con gramalote, visitada por todos los más famosos artistas mexicanos que llegaban a Iquitos.
Las clases como en todos los centros educativos de la localidad eran de 8 a 12 m y de 3 a 5 pm, de lunes a viernes y el sábado de 8 a 12 m. Transición salía siempre a las 11 am.
Su Directora y dueña de la Escuela Práctica era la madrina de mi hermano Enrique y tomaba “pensión” en nuestro Restaurante. Aprovechaba cada situación para corregirnos y darnos lecciones de vida: No se dice mangüa sino mango. No se hace sonar cuando se agita el azúcar en la bebida en la taza de loza con la cucharita. No se sorbe la sopa, no se apoya los codos en la mesa durante la comida. Nunca se lleva el cuchillo a la boca, es mala educación. Y lo que marcó mi vida para siempre, todos los días debemos ir al baño para hacer la deposición, siempre a la misma hora, aunque no tengamos “ganas”: debíamos dar golpes suaves en las rodillas para estimular la función, “y verán que en pocos días se volverá una costumbre que les va a ser muy provechosa para toda su vida”. Y es verdad que lo fue.
La Directora doña Juana Venegas de Herbozo era alta, de carácter fuerte, se había graduado de educadora en la ciudad de Lima y para ello tuvo que trasponer la Cordillera de los Andes a lomo de mula, entonces no existía el avión. Por esta razón, la mayoría de las personas adineradas de Iquitos se educaban en Madrid, Londres o Paris, porque era más fácil embarcarse en un transatlántico en la ciudad de Iquitos, viajar a través del Amazonas y arribar a uno de esos puertos en Europa. Pero la señora Juana logró su cometido, se graduó de Educadora, y volvió de la misma manera para fundar su propia escuela en la ciudad de Iquitos.
De nuestras maestras recuerdo a la señora Emma Zumaeta, de contextura gruesa, carácter agrio y siempre de luto. Cuando cantábamos canciones a la madre en su día.
“Donde estás madrecita de mi alma
Donde estás, corazón, donde estás”
La señora Emma salía corriendo y llorando hacia la huerta del colegio. Los tres años que estuve en la Escuela Práctica la vi así. Daba pena.
También recuerdo a la señorita Emmita Bardales, hija del Profesor Jorge Bardales, Director de la Escuela de Segundo Grado Nº 161, muy cariñosa y buena gente. Una por dura y mayor, señora Emma, y la otra por joven y cariñosa, señorita Emmita.
En nuestra Primera Comunión
La señorita Ida Campos fue maestra de mi hermano mayor Raúl. En las vacaciones de fin de año, viajando a Yurimaguas para pasar la Navidad con su familia, se hundió la lancha y murió ahogada.
La Señorita Ida Campos
Mi hermano Raúl tenía una compañera de aula, una chinita de 15 años, a quien llamaban simplemente Chong Taipó. Vivía en la calle San Martín tercera cuadra, más allá del “Athletic Club José Pardo”. Una tarde, luego de una agotadora sesión de ejercicios en su casa, tomó baño con agua fría y le dio derrame cerebral. Falleció instantáneamente.
Cuando comencé el Primer año de Educación Primaria, se lo he contado a mis hijas y se lo saben de memoria, mi mamá me lavó las rodillas, usábamos pantalón corto como todos los niños, me dio un cuaderno de cincuenta centavos y un lápiz de cincuenta centavos. Y ese era todo mi “arsenal” educativo. No la tonelada de útiles que ahora se exige a los alumnos de Kinder.
Desfile Escolar
Conforme íbamos avanzando en el nivel educativo avanzaba también la cantidad de útiles, de manera que en el Tercer año ya teníamos varios cuadernos y algunos libros, amén de lápiz bicolor, muy usado en aquel entonces, plumero, tintero, lápices de colores, cuaderno de dibujo Raphael, regla, escuadras, compas, etc.
Había entonces en Prepasho una alumna ya bastante grande, cercana a los 20 años, que, consciente que era bastante mayor para estar en Transición, trataba de aparentar que estaba con los de mayor grado, de manera que llevaba varios legajos, libros y cuadernos usados, quien sabe de dónde los había sacado, pero los muchachos se dieron cuenta “al toque” y la apodaron “Quinto Año”, es decir, que llevaba más cosas que nosotros del Tercer y último Año en la Escuela Práctica. Cuando pasaba por nuestro lado, Transición sale primero, todos los chicos le gritaban “Quinto Año”, “Quinto Año”. Pero ella solamente sonreía, jamás le vi molestarse o avergonzarse de lo que hacía. Era una verdadera mujer. Admiraba su valentía, para decidirse a estudiar a pesar de su edad. Es común que las personas que viven en la chacra, lejos de todo centro poblado, no tienen posibilidades de estudiar. Pero una vez que vienen a la ciudad se dan cuenta que sin estudios no es mucho lo que puedes avanzar en la vida. Y ella decidió estudiar. Bien por ella y por la Escuela Práctica que la recibió sin más ni más.