70 ASTUCIA DE UN CIEGO

Cuando éramos niños el libro de lectura fundamental fue el Libro de Víctor Álvarez, todo el tiempo lo consultábamos, amén de que yo lo leí de cabo a rabo una y otra vez.

Muchas historias interesantes contenía el libro de lectura y resultaba siempre muy ameno su estudio. Algunas de aquellas historias hicieron mella en mí y lo recuerdo con cariño y gratitud.

Cada lectura del libro te invitaba a reflexionar sobre el tema y a emitir opinión sobre lo que se dice y hace en la historia, lo cual, de todas maneras, hace de ti un ente pensante y capaz no solamente de entender sino de manifestar un concepto sobre lo que ocurre en la vida diaria. Vamos, un generador de opinión.

Una historia, en particular, me hizo pensar bastante, ya que el personaje era un ciego llamado Colás a quien robaron y supo recuperar lo suyo valiéndose de astucia y sagacidad, para lo cual es menester conocer la sicología del ladrón.

El ciego Colás pedía limosna y juntaba el dinero y lo guardaba en un “lugar seguro” que nadie se podría dar cuenta, en la Iglesia.

La Iglesia tenía el piso de madera y en un sitio, al pie de la tercera banca, empezando de adelante, había una duela floja. Lo levantó aparentando rezar y notó que había suficiente espacio en el suelo para guardar su tesoro, y de esa manera podía guardar el dinero, seguro de que nadie más se iba a dar cuenta y así tendría una fortuna para asegurar su vejez.

Cada semana acudía al templo y guardaba sigilosamente su tesoro, seguro de que nadie lo veía. Pero un día, cuando fue a depositar, se dio con la sorpresa que su dinero había desaparecido. Los ahorros de toda su vida se habían esfumado. Imposible, se decía. No puede ser. Si era el lugar más secreto y más seguro del mundo. “Todo lo que tenía ahorrado para cuidar de mi vejez”. Pero se calmó y estuvo cavilando sobre quién habría sido el tal ladrón.

Habló con su hijo y le pidió que le acompañe al templo a la Misa del domingo.  Le dijo que se quede atrás y observe a las personas. Que se fije si alguno sonreía cuando él se iba a su “sitio preferido” para rezar. Solamente eso, y nada más. El templo estaba lleno cada domingo.

Al volver a su casa el hijo le dijo que la única persona que se había fijado en él era el carnicero. Incluso se sonreía burlonamente de él. Así supo que el ladrón era su «amigo» el carnicero.

A Colás se le ocurrió una estratagema y la puso en práctica. Fue a la carnicería y le contó al dueño, “en secreto”, que estaba pronto a recibir una cuantiosa herencia. Y “a que usted no sabe que yo tengo un lugar totalmente seguro para guardarlo”. “Usted jamás lo adivinaría”. El envío sería la semana siguiente.

El carnicero, avariento y codicioso, se dijo que podría robarle todo al ciego Colás, pero era necesario que éste siga creyendo que su lugar secreto seguía siendo seguro. Así que esa noche el carnicero fue a la Iglesia y puso en el escondite todo el dinero que le había robado, para asegurarse un robo mayor con toda la herencia.

El hijo de Colás observaba al carnicero y cuando salió de la Iglesia se lo comunicó a su papá, quien presto fue al escondite en la Iglesia y tomó todo su dinero, dejando al carnicero con un “palmo de narices”.

La astucia del ciego Colás pudo más que la codicia del carnicero.

El ciego Colás

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