Tenía 6 años cuando nos llamaron los chicos de la cuadra para irnos a las trincheras para tener una reunión. Con mi hermano Raúl, dos años mayor, esperábamos tranquilos los acontecimientos cuando Pablo sacó una cajetilla de cigarros Aviación.
Pablo, de la familia de los Delgado, se decía que eran españoles, era el líder de la pandilla. Entonces “pandilla” tenía otra connotación. Solamente significaba un grupo de muchachos que se reunían para organizar los juegos, nada que ver con la violencia o la delincuencia que ahora significa una pandilla.
Las trincheras eran realmente trincheras, construidas para defender a la ciudad de Iquitos y estaban ubicadas en el malecón Tarapacá que da al río Amazonas, debajo de las barandas ornamentales, y las usábamos siempre para jugar a “la guerra” o a “las escondidas”.
El papá de Pablo trabajaba en la Caja de Depósitos y Consignaciones, la cual, años después, el Presidente Belaunde lo convertiría en el Banco de la Nación. En la Caja de Depósitos funcionaba el Estanco del Tabaco y el Estanco del Fósforo. Seguramente por ello, el papá de Pablo traía a su casa el cigarro Aviación, que fabricaban allí, por “ruedas”. Una rueda era un paquete de 25 cajetillas unidas por una cinta de papel de despacho (Kraft), y una cajetilla contenía 20 cigarros.
Aunque dice el Internet que hay diferencias entre la palabra cigarro y la palabra cigarrillo y que el primero se refiere a los “puros”. Pero en mi tierra nadie fuma puros, así que todo lo que se fuma se denomina cigarro.
Los muchachos mayores nos enseñaban a fumar y a “golpear”, es decir a tragar el humo que nos hacía toser casi ahogándonos a los primerizos. Mi hermano Raúl parecía que ya había estado en estas reuniones antes.
Es así como nos iniciamos en el “placer” de fumar, como dice el tango. Y es que en la Selva se necesita fumar si tienes que internarte en el monte porque el olor del tabaco es muy efectivo para hacer correr a las víboras (serpientes venenosas). Lo pueden comprobar leyendo en mi libro “En Nuestra Selva” el cuento El jergón.
También es conocido el hecho de que cuando una mujer está dando de mamar se pone debajo del colchón, sobre las tablas, tabaco desperdigado porque el olor de la leche materna atrae a los jergones. Dicen que la víbora mama el pecho de la mujer dormida cuando no se tiene cuidado de preservarla con tabaco y por eso los niños se enferman de un momento a otro.
Cuando fui adolescente mis padres sabían que fumaba porque además era músico de orquesta y tocaba el saxofón, de manera que cuando hacían el inventario en la oficina de mi papá, trabajaban horas extras y su jefe, el Teniente, le agasajaba regalándole un “cartón” de cigarrillos “Piel Roja” llegados de contrabando de Colombia. Un cartón contiene 10 cajetillas, cada una de 20 unidades, de calidad mediana.
En el Colegio los profesores fumaban libremente en clase aunque no se permitía a los alumnos hacerlo por lo que los alumnos que deseaban fumar se iban a la parte boscosa del Colegio para regodearse.
En fin, era una cuestión social el fumar y muchos trataban de imitar la manera de fumar de los actores de cine como Humphrey Bogart o John Barrymore, y se prefería los cigarros importados como Lucky Strike, Winston, Pall Mall, Salem, Kool, con filtro, y, los más sofisticados fumaban Camel sin filtro.
Cigarrillos
En la Universidad algunos profesores nos decían que podíamos fumar, si queríamos, en el salón de clases, excepto el profesor Pedro Landavery quien dictaba clases de Química Orgánica en su Laboratorio. Cuando Ruck comenzó a fumar le dijo que apague su cigarro y que nunca vuelva a fumar en su laboratorio, y dirigiéndose a nosotros nos dijo en su modo peculiar
- “Viejo”, yo soy el Profesor y ustedes los alumnos.
Cuando me casé me di con la sorpresa, hasta ahora no sé si grata o no, de que mi esposa fumaba y como su mamá era fumadora le traía del mercado sus cigarros “ciricaipe” hechos con tabaco picado.
De Tarapoto, Departamento de San Martín traen mazos de tabaco que lo hacen mojando en aguardiente las hojas de tabaco secadas al sol y enrolladas formando un mazo característico. Este mazo de tabaco es picado con una herramienta “hechiza” fruto del ingenio loretano que funciona como un micrótomo y con el tabaco picado se arman los cigarros de tabaco puro con un útil muy ingenioso. Este cigarro es, evidentemente, muy fuerte, mucho más fuerte que el cigarro Aviación.
Ciricaipes
También se le llama “charuto” que en boca de los loretanos suena más bien sharuto. En fin que tanto yo como mi amada esposa éramos fumadores.
Cuando nacieron nuestras hijas procurábamos fumar alejadas de ellas, aunque ellas, al crecer, fumaban pero muy poco, como dije, era una cuestión social.
En nuestra cama teníamos cada uno su cajetilla de cigarros, encendedor y cenicero y fumábamos cada noche mientras comentábamos sobre nuestro día.
Pero, mi esposa, especial como en todo, desde que nacieron nuestras hijas las puso bajo la devoción de San Martín de Porres y durante toda su vida se puso el hábito del Santo durante el mes de noviembre. Lo más extraordinario, que nunca lo he visto ni lo veré jamás. El Primero de noviembre de cada año dejaba de fumar, durante todo el mes de noviembre, para el primero de diciembre comenzar nuevamente a fumar “como chino en quiebra”, frase que decía su papá, según ella me contó.
Pero un buen día me dijo que no le compre más cigarros, así, de la noche a la mañana. Cuando le pregunté por la causa me dijo que sentía que le hacía mal. Ella dejó de fumar para siempre por decisión propia.
Mis hijas me regalaban ceniceros, puros, portacigarrillos de metal como joyas y mi yerno Jorge me regaló un encendedor de colección marca Zippo que le habían obsequiado en su trabajo. Bueno, todo en nuestra vida era fumar.
Pero mi nieta Andrea, quien estaba en el Nido “Mi Pequeña Casita” nos decía para no fumar y nos cantaba un rock pegajoso en nuestros oídos, del cual sólo recuerdo que nos gritaba
- ¡Cáncer!, ¡Cáncer! – mientras que con sus manitas enmarcaba nuestro rostro.
El 17 de diciembre de 2010 viajamos a Iquitos, de paseo, mi esposa y yo, al regresar tuvimos una reunión en mi casa y conversando sobre el fumar, que mi nieta Andrea nos recomendaba no hacerlo, le dije suelto de huesos para salirme del paso que cuando estuve en Iquitos no fumé, no debí decirlo porque Andrea saltando de su asiento me enrostró mostrándome en la cara cuatro dedos
- ¡Fueron sólo cuatro días!
Sentí vergüenza por mi falta de coraje. Mi hija Claudia me dijo que su esposo Jorge dejó de fumar porque su hija Andrea se lo pidió. Y es que yo tengo una manía, y es que “nadie puede poder más que yo”, y es así que el 21 de diciembre del año 2010 dejé de fumar, para siempre por decisión “propia”
Pero durante años, en la soledad de mi casa, cuando estaba ensimismado, sentía un fuerte y agradable olor a tabaco Camel. Los vecinos no fuman, así que pensé que debía ser como dicen que a los amputados les duele o les comezona esa parte de su cuerpo que ya no tienen.
Cuando me dio el infarto en el 2013 les dije a los médicos que durante 50 años había fumado y que ya no fumaba. Pero en realidad fueron 60 años.
Cuentan también que a John Wayne le sacaron un pulmón y le prohibieron fumar, pero él siguió fumando sus puros y vivió 16 años más. Así que unas son de cal y otras de arena.