Sábado 15 de abril de 1950, había mucha agitación en mi casa, se preparaban para la venta en la puerta de mi casa, donde funcionaba un restaurante modesto.
Todos los sábados eran de fiesta en la ciudad de Iquitos, y el lugar más concurrido fue, definitivamente, el Sindicato de Albañiles, en la primera cuadra de la calle Ricardo Palma. Vivíamos entonces a pocas casas de este local.
De pronto mi mamá se dio cuenta de que no habían comprado los cigarros para vender y la mayor ganancia se obtenía de la venta de sánguches de chancho asado, chicles y, por supuesto, cigarros, gaseosas y cerveza.. Ocurría que en el baile vendían todas estas cosas pero al doble de su precio y la gente prefería venir a consumir a mi casa que estaba a sólo un paso.
Toda presurosa mi mamá me encomendó para que fuera a comprar una “rueda de cigarros Aviación” en la Caja de Depósitos y Consignaciones, el cual, años después, el Presidente Belaunde lo convirtió en el Banco de la Nación.
La Caja de Depósitos quedaba en la calle Morona primera cuadra, frente a la Comisaría, y el mayor problema era que cerraba a las 5 de la tarde y ya eran las 4 y media.
Salí corriendo por el jirón Lima y al voltear a la calle Morona me detuvo un policía y cogiéndome del brazo me llevó a la Comisaría mientras iba insultándome de “muchacho vago que no tienes nada que hacer”, una y otra vez.
Guardia Civil
En la Comisaría me hicieron cargar un fusil y me llevaron a la Comisaría de la Plaza Grau, distante 10 cuadras. Iba yo todo avergonzado sobre todo porque los chicos, compañeros del colegio, me veían en un extraño trance: iba con un policía cargando un fusil con mis seis años a cuesta.
Todo el trayecto el desgraciado policía iba insultándome de la misma forma. En la Comisaría de la Plaza Grau los policías le daban la razón a este animal, dejamos ese fusil y me hicieron cargar otro fusil y regresamos a la Comisaría de la calle Morona, con los mismos insultos.
Cuando llegamos el tipo este me dijo que me largue, y dale con lo de “muchacho vago que no tiene nada que hacer”.
Fusil Mauser Original Peruano
Naturalmente la Caja de Depósitos ya había cerrado y en el camino de regreso me encontré con mi mamá quien venía muy preocupada porque nunca me retraso en un mandado; le conté lo que me había ocurrido y cogiéndome de la mano fuimos a la Comisaría y ella entró como una tromba gritando
- “Malditos policías”, no saben respetar a un niño, han de saber que este niño no es ningún vago, tiene casa y es un buen estudiante y no es el sirviente de nadie. Ustedes bolsudos por qué no cargan sus propios fusiles, por qué tienen que hacerle cargar a un niño indefenso.
El policía que estaba de centinela le dijo a mi mamá una frase que me pareció la más estúpida del mundo, y, aun hoy al cabo de setenta años me sigue pareciendo así
- ¡Señora, no hay policía que cargue fusil!
El miserable seguía repitiendo la estúpida frase mientras mi madre les insultaba reclamándoles por el maltrato que me habían infligido. Lo que estaba diciendo el malvado es que un policía no puede cargar un fusil. Ningún superior de la tal comisaría salió a dar explicaciones sobre tan grave suceso. Claro, sábado más de las 5 de la tarde, seguramente no había ningún superior.
Mi mamá cansada de reclamar sin que nadie atine a presentar sus disculpas ni se haga responsable del grave daño producido, salimos.
Evidentemente no hubo cigarros en la venta de esa noche y todos los clientes le reclamaban por ese “olvido”. Fue también la única vez que faltó cigarros en nuestro negocio.
Lo más triste de este episodio es que aún hoy en día siento desazón cuando debo entrar a una comisaría para realizar algún trámite obligatorio. Trauma producido por un policía ignorante de sus deberes y obligaciones para con la sociedad.